EL CORREO 26/02/14
· Sémper sostiene en la ponencia de su partido que Urkullu y la izquierda abertzale se han aliado para «presionar» al Gobierno de Rajoy al exigirle «paz por presos»
El Partido Popular vasco asiste con cierta decepción a la «escenificación» del final de ETA después de haber estado «dando la cara» cuando la banda cometía atentados y «asesinaba al discrepante». Cree que la etapa actual «está siendo condicionada» por el PNV y la izquierda abertzale. Por quienes «precisamente menos sufrieron la irracionalidad violenta, junto a quienes alentaban el terrorismo», respectivamente. Los populares reconocen a ambas formaciones su «representatividad» en Euskadi, pero les acusa de «presionar» al Gobierno de Rajoy al exigirle «paz por presos» para «intentar obtener un último rédito político» del cese de la violencia.
El PP realiza un crudo diagnóstico de la situación en la ponencia política que trasladará el congreso de ratificación de Arantza Quiroga, convocado los próximos 7 y 8 de marzo en el Kursaal donostiarra. El documento, médula espinal del pensamiento del partido, ha sido elaborado por su portavoz y líder territorial en Gipuzkoa, Borja Sémper. Presentada ayer, la iniciativa dedica un capítulo al final de ETA en el que Sémper no ha podido sustraerse a los últimos acontecimientos en torno a los verificadores. A su juicio, el Gobierno vasco y la izquierda abertzale «gestionan la escenificación del final del terrorismo con una entrega de armas pactada».
Este primer gesto de desarme, considerado insuficiente por el propio Ejecutivo jeltzale, ha dado motivos a los populares para cuestionar el papel del lehendakari. En el turno de preguntas, Sémper criticó a Iñigo Urkullu por haber avalado al grupo de Ram Manikkalingam, sin «preservar su figura» como representante de todos los vascos «de las jugarretas de ETA para lograr notoriedad pública». «El lehendakari no tiene que ir de madrugada cogiendo un coche a Madrid a sacarse una foto intempestiva a la puerta de un hotel, sino que lo que debe hacer es ir de la mano, al menos del PP y PSE, en la gestión de este momento tan importante», explicó.
En la ponencia, el PP acusa al PNV y a la izquierda abertzale de haberse aliado en «una estrategia calculada». En su opinión, han compaginado un primer gesto en el desarme de ETA, aunque sea tímido y haya dejado «tocados» a los miembros de la comisión de verificación, con peticiones a favor de una nueva política penitenciaria, que incluya el final de la dispersión. Los populares consideran que ambos partidos buscan «réditos políticos» con esas reclamaciones, «indisolubles para el nacionalismo».
«Liderazgo compartido»
El PP, que exige que «nadie rentabilice electoralmente el final del terrorismo», insiste en el documento en la necesidad de que los gobiernos central y vasco asuman «un liderazgo compartido» de esta etapa, con la intervención del PSOE y las víctimas. Para los populares, «resulta difícil de entender que, ahora que la amenaza directa desaparece», la iniciativa esté en manos de «aquellos que tampoco hicieron para combatir a ETA», en alusión a Sortu.
La ponencia revela el alcance de la brecha entre el PP y el PNV, pese a que los jeltzales ofrecen cobertura a los populares en Álava, donde controlan el gobierno de sus principales instituciones. Sin embargo, Sémper, como ponente, presentó el proyecto de los populares como «confrontado al nacionalismo, no enfrentado», como ya ocurrió en el congreso anterior.
Frente a quienes insisten en «la matraca de que hay que hacer algo para que ETA se disuelva», el portavoz del PP reiteró que los «mínimos básicos» exigen antes «terminar con la cultura de la violencia», «censurar lo que ha supuesto el terrorismo» y emplazar a la izquierda abertzale a «pedir disculpas». Sémper se declaró más «preocupado» por las discrepancias con el PNV y el PSE que por la posibilidad de que su partido se quede aislado en «la nueva etapa» que vive Euskadi.