El PP vasco y el final de ETA

GORKA ANGULO, EL CORREO 07/02/13

· En los últimos días, en diferentes medios y actos de homenaje a Gregorio Ordóñez, se ha cuestionado gravemente la actitud de los actuales dirigentes del PP vasco en relación al final de la banda terrorista ETA y su defensa de las víctimas del terrorismo. Las críticas han arreciado por las recientes declaraciones o gestos indulgentes con Bildu/Amaiur del alcalde de Vitoria o el presidente del PP guipuzcoano. No creo yo que Javier Maroto o Borja Semper tengan que demostrar a estas alturas de la película su perfil centrista o demócrata. Más bien sería necesario que eso lo hicieran los cargos públicos de Bildu/Amaiur procedentes de Batasuna para condenar a ETA.

Las declaraciones de la ex presidenta del PP vasco, María San Gil, pidiendo «más dignidad» a algunos miembros de su partido por «sacarse fotos con los de Bildu» y las de Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite), en las que aseguraba que «los que están en el PP vasco está claro que no siguen el testigo de mi hermano y que no han aprendido nada de mi hermano», constituyen un ataque directo a la actual dirección de los populares vascos, pero sobre todo manifiestan una total falta de memoria histórica y de justicia. Las críticas de San Gil pueden ser hasta cierto punto comprensibles, pero quizá hubiera sido más prudente expresarlas dentro de la formación de la que, ella y un número ínfimo de afiliados, se autoexcluyeron tras comprobar la falta de apoyos a sus tesis.

El asesinato de Gregorio Ordóñez en 1995 fue un crimen que inauguró un segundo ciclo de ‘años de plomo’ contra los políticos vascos no nacionalistas que sacudió conciencias y movilizó a un numeroso grupo de jóvenes, algunos hijos de nacionalistas, que se afiliaron en masa al Partido Popular. Algo que no hizo Consuelo Ordóñez pero sí María San Gil, elegida concejal en San Sebastián, meses después del atentado contra Gregorio Ordóñez presenciado por ella en directo. Probablemente ni San Gil ni Ordóñez conocen a históricos del PP vasco como Antonio Merino y José Manuel Barquero.

El primero fue presidente de Alianza Popular en el País Vasco y diputado en el Congreso. Gracias a él y a un grupo de jóvenes y de mujeres coraje, Alianza Popular no desapareció en el País Vasco en 1980. AP tenía entonces una raquítica implantación en Euskadi y era una formación condenada a la marginalidad o la extinción por su discurso españolista y las amenazas de ETA. Merino y los suyos fueron conscientes de que los tiempos habían cambiado y que tocaba elegir entre modernizarse o desaparecer. Optaron por lo primero aceptando y defendiendo el Estatuto de Gernika, la ikurriña y la nueva realidad institucional.

Paralelamente, Merino comenzó una desconocida labor de apoyo a las víctimas del terrorismo, algunas de su partido, a las que ayudó a buscar empleo y vivienda fuera del País Vasco, otras, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, a cuyos funerales asistía sin dejar de visitar y conocer in situ sus acuartelamientos, algo que también hacían políticos contados con los dedos de una mano. Esta labor se complementó con el trabajo en el Parlamento vasco de José Manuel Barquero, que después continuaría en el Congreso y el Senado. Ambos representan la visión y capacidad de adaptación a nuevos tiempos y un firme compromiso con las víctimas del terrorismo que, desde luego, no ha abandonado la actual generación dirigente del PP vasco, a la que le ha tocado vivir en carne propia lo que puede ser convertirse en víctima del terrorismo.

Ni Merino ni Barquero se han autoexcluido de su partido, tampoco han salido en determinados medios criticando a la actual dirección del PP vasco, quizá porque siempre han creído que los asuntos internos se despachan en los congresos y reuniones de su partido, y quizá también porque no se puede estar toda la vida con el monotema terrorista como único punto de programa y discurso. Antonio Basagoiti, Iñaki Oyarzábal, Arantza Quiroga, Borja Semper y un largo etcétera de miembros de la actual dirección del PP vasco saben lo que es ir con escolta desde 1997, lo que es estar a punto de ser víctima de ETA en atentados evitados por la acción policial, como para que ahora haya lumbreras que, cómodamente, desde Madrid, les acusen de traición a las víctimas del terrorismo o de connivencia con la trama civil de ETA.

Con un liderazgo más colegiado que presidencialista y con un proceso de apertura y adaptación en el que, sí, han cometido errores, a Basagoiti y los suyos les ha tocado dirigir el partido en circunstancias muy diferentes, pero no menos complejas, a las de sus antecesores al frente del mismo y con menor fortuna en las urnas. Con la que está cayendo pienso que lo justo sería reconocer su labor y la de sus antecesores en Euskadi, en un partido que, ahora mismo, reúne a lo mejor y lo peor de España. Lo peor: Bárcenas, Gürtel y una larga lista de casos de corrupción protagonizados por gentuza que fue a servirse de la política. Lo mejor: los que han dado la cara cuando les podían haber volado la cabeza, sin ninguna compensación económica, ofreciendo solo compromiso, principios y valores. Algo que, en estos tiempos, uno echa de menos en una clase política manifiestamente mejorable.

GORKA ANGULO, EL CORREO 07/02/13