Ignacio Camacho-ABC
- Nadie puede entender que un partido serio comprometa el éxito de su proyecto en una disputa por el poder… sin tenerlo
La inteligencia orgánica del PP parece haberse trastornado bajo el síndrome del enemigo interno, perturbación paranoica propia de partidos endogámicos y sobre todo pequeños. Ese desvarío político que satirizaron los Monty Python en la célebre parodia sobre los dos movimientos de liberación de Judea, cuya aversión a los romanos quedaba empequeñecida por la pasión con que dirimían sus propias diferencias. Si un votante preguntase a cualquier dirigente popular por su principal adversario podría hacerse una idea de la dimensión del problema. Unos señalarían a Casado, otros a Ayuso, o a Cayetana Álvarez de Toledo, o a García Egea. Raro sería que nombrasen en primer lugar a Sánchez, ocupados como están en el empeño de autolesionarse en enfrentamientos y sabotajes que reflejan un ataque colectivo de frivolidad irresponsable. El resultado de esa extraña epidemia de inmadurez empieza a tener reflejo en las expectativas electorales sin que nadie se dé por concernido ante esos indicios alarmantes.
Este fin de semana, y a la espera de algún gesto de sensatez de última hora, los bandos rivales han trasladado el conflicto a Andalucía, territorio en el que Juanma Moreno ha logrado revertir en tres años casi cuatro décadas de hegemonía socialista. Lo que debería ser un congreso de rutina pacífica, si no de euforia por una clara proyección positiva, se ha convertido en otro cruce de alfilerazos, pellizcos de monja y demás demostraciones de inquina. El presidente de la Junta se ha visto emparedado, con evidente incomodidad, entre antagonistas que se propinan recíprocos estacazos con el pretexto de darle consejos que ni necesita ni ha solicitado. La tensión ha arrinconado su estatus en el papel secundario de espectador estupefacto de un espectáculo que ensombrece su liderazgo. Ni la presidenta madrileña, ni el número dos de Génova ni los miembros de la nomenclatura que andan ventilando desavenencias en filtraciones a la prensa han respetado a su compañero y anfitrión al entregarse en su presencia a un insólito y descarnado ajuste de cuentas por persona interpuesta. Moreno lo veía venir, pero tal vez no fuera capaz de imaginar la crudeza con que se iba a escenificar ante sus ojos el desgarro del centro-derecha.
Lo anómalo del caso es que estas intrigas suelen aflorar cuando las circunstancian pintan bastos y las perspectivas políticas van cuesta abajo, no cuando todas las encuestas, tanto andaluzas como nacionales, pronostican un triunfo claro. El elector medio podría deducir que la organización sufre un acceso de vértigo, una enajenación corporativa, un rapto inconsciente de miedo cerval ante la posibilidad de acceder al Gobierno. Porque ningún ciudadano en su sano juicio entendería que la élite de un partido serio comprometiese el éxito de su propio proyecto embarcándose en una disputa a cara de perro por el poder… antes de tenerlo.