Está bien que un presidente de Gobierno piense y haga planes que vayan más allá de los cuatro años que duran las legislaturas. Sobre todo si son el resultado del acuerdo con adversarios políticos, agentes sociales y económicos.
Pero lo que ha hecho esta semana Pedro Sánchez, su plan para 2050, parece más un divertimento que otra cosa. Porque el líder socialista no ha buscado ni ideas ni apoyos más allá de La Moncloa. Y porque las urgencias son otras.
El Gobierno de coalición vive momentos de máxima debilidad. Es evidente que los resultados de las elecciones en Madrid no pueden extrapolarse al conjunto de España. Pero las encuestas confirman que tanto PSOE como UP se encuentran tocados.
El trabajo de GAD 3 que hoy publicamos avanza que de celebrarse ahora elecciones generales habría vuelco. Si en los comicios de noviembre de 2019, los socialistas aventajaron al PP en 7,2 puntos y 31 escaños, hoy el PP parece en condiciones de batir con claridad a un PSOE que se desploma casi diez puntos y que podría dejarse hasta 17 escaños. Derecha y ultraderecha, además, podrían sumar mayoría en el Congreso.
La izquierda ha jugado estos años con una doble ventaja. La dispersión del voto conservador en tres siglas (PP, Vox y Ciudadanos) perjudica sus expectativas electorales. Y el conjunto de formaciones de izquierdas, nacionalistas e independentistas, que suman un buen paquete de escaños, pueden ser -son de hecho- aliados del PSOE, pero nunca de la derecha, con contadas excepciones como el PNV o los canarios.
No son precisamente buenas noticias para el Gobierno Sánchez en una semana en la que se ha visto obligado a afrontar el desafío de Marruecos en Ceuta, de nuevo con un comportamiento lamentable por parte del PP de Pablo Casado. Y que conoce desde el viernes que el republicano Pere Aragonés presidirá el Govern de la Generalitat, de nuevo de coalición entre los enemigos irreconciliables, ERC y Junts per Catalunya.
Lo ocurrido al otro lado del estrecho tiene un único responsable: el régimen de Mohamed VI. Claro que el Gobierno español puede acoger y prestar ayuda médica al líder polisario. Y Unidas Podemos proclamar su apoyo al referéndum como solución al conflicto del Sahara, como todavía sostiene la ONU. Pero no hubiera estado de más que nuestra ministra de Exteriores obrara con otra prudencia. Porque Marruecos es el gendarme de Europa para frenar la inmigración y contener al yihadismo. Porque se ve más fuerte que nunca sobre el Sahara por el apoyo de Estados Unidos y Francia. Y porque observa debilidad en nuestro país.
Tras la elección de Aragonès, la mesa bilateral Estado-Cataluña y el posible indulto de los políticos presos por el fallido ‘procés’ retornan al primer plano de actualidad. El nuevo president ha dicho que su objetivo es lograr un referéndum legal y pactado -como el que sigue pidiendo el PNV para Euskadi- para que los catalanes decidan sobre su independencia.
Como semejante exigencia tiene nulas probabilidades de ser atendida, ¿qué ocurrirá después? ¿Volverá el soberanismo catalán a la senda de la unilateralidad? Si esa fuera la perspectiva, ¿caben los indultos? ¿O debemos verlos como contrapartida para que el Gobierno PSOE-UP se garantice la supervivencia?
Sánchez, el PSOE, harían bien en sopesar las consecuencias a corto y medio plazo.