El presidente que nunca subía a la red

DAVID JIMÉNEZ – EL MUNDO – 24/01/16

· Quienes crean que los periódicos vivimos de las malas noticias pensarán que el martes tuvimos un buen día. Nuestra portada era especialmente deprimente, con la corrupción ocupando todo el espacio: desde el 3% de la cleptocracia catalana a los paraísos fiscales, y desde el escándalo Acuamed a la prostitución del circuito profesional de tenis, contaminado por las apuestas ilegales. Ya dice Andre Agassi en su autobiografía, quizá la mejor que haya escrito un atleta, que el tenis es un reflejo de la vida y de ahí que utilice su mismo lenguaje.

Love. Ventaja. Rotura. Muerte súbita.

La forma de jugar al tenis de cada uno suele ir ligada al carácter. El tramposo canta como mala la bola que ha entrado, el optimista apenas se lamenta si no pasa la red –cree que le irá mejor en el siguiente punto–, el temerario arriesga con golpes improbables y el conservador espera a que el rival falle, la estrategia con la que Mariano Rajoy ha sobrevivido a todo y a todos durante más de tres décadas de carrera política.

Ya fuera para lograr su designación como sucesor de Aznar o en su empeño en continuar al frente del partido tras dos derrotas electorales ante Zapatero, en su forma de resistir el rescate o ante el desafío catalán, el presidente ha ganado y perdido despistando con su aparente quietud. Y así ha llegado hasta el partido definitivo: aferrado a la esperanza –otra forma de prolongar el tormento, según Nietzsche– de que el rival vuelva a fallar.

Por supuesto existe la posibilidad de que la izquierda no llegue a un acuerdo, Ciudadanos no entre en el juego, se convoquen nuevas elecciones y Rajoy se presente e incluso gane con algo más de margen. Pero en la casa de apuestas no hay grandes colas de gente poniendo su dinero en esa opción. Al evitar en el último momento la investidura, el presidente se ha ahorrado el mal trago de ser linchado políticamente en el Parlamento, pero a cambio ha dejado toda la iniciativa a rivales que le tienen las suficientes ganas al Partido Popular como para aparcar los principios por la causa común de desalojarlo de Moncloa.

Pase lo que pase, siempre quedará como otro de los misterios insondables que rodean a Rajoy por qué ha permanecido paralizado durante el mes que ha seguido a las elecciones, ignorando a quienes le decían que esta vez sí, o se movía o se enfrentaba a la soledad de la derrota. Cierto que sus posibilidades de éxito eran escasas y que Pedro Sánchez no le ha dado opciones, prefiriendo hacer guiños a partidos que abiertamente declaran su intención de romper España, pero el presidente ni siquiera ha dado la batalla para enfrentar al líder socialista ante sus contradicciones. ¿Dónde está su oferta con medidas concretas de regeneración y reformas? ¿Dónde la batería de propuestas que, recogiendo ideas de los programas de los partidos a quienes reclama su apoyo, pudiera mover posiciones o abrir grietas en esa negativa obstinada al pacto que mejor le vendría al país? ¿Dónde las reuniones con un Albert Rivera que, tras pagar el coste de su errático final de campaña, vuelve a demostrar su sentido de Estado?

No fue hasta el viernes, tras días de parálisis, que Rajoy anunció que preparaba una «oferta generosa» para Sánchez de cara a la investidura que después abortó. No se sorprendan si la noticia les pasó desapercibida. Para entonces Pablo Iglesias, el único candidato del que tenemos la certeza de que ha leído a Maquiavelo, ya le había robado la cartera a los demás, aprovechando la inacción de Rajoy y la debilidad temeraria de Sánchez para lanzar su «chantaje» al líder socialista: o me hacen presidente –¿alguien cree que sería otro el que mandara en ese eventual gobierno de izquierdas?– o que me sirvan unas nuevas elecciones en las que poder engullir los restos del PSOE.

El partido está pues abierto y, como en Match Point, la película de Woody Allen, la pelota ha golpeado la red y permanece suspendida en el aire, a la espera de caer en uno u otro lado de la cancha. «Con un poco de suerte pasa la red y ganas. O no lo hace, y pierdes», dice la voz en off, que bien podría ser la de un presidente que de nuevo espera ganar el partido sin subir a la red.

DAVID JIMÉNEZ – EL MUNDO – 24/01/16