IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Nadie considera que tiene la culpa de los males que le aquejan, así que nadie se siente en la obligación de intentar solucionarlos

Hoy me voy a repetir. Lo siento, me disculpo, pero, aduzco en mi defensa que si la realidad se repite no tengo otro remedio que insistir en la actualidad. En este país, y en el terreno económico, tenemos muchos problemas de todos conocidos. Nuestro PIB es escaso para sostener un Estado del Bienestar tan tupido como el deseado. El déficit público está desbocado. Trabajamos muy pocos porque el paro es muy elevado. Además, la estabilidad del empleo es endeble, los salarios son pequeños y las pensiones exiguas. Tenemos pocas empresas y, en su gran mayoría son de tamaño muy reducido lo que les penaliza a la hora de invertir, de investigar y de enfrentarse a la feroz competencia de los mercados globalizados. La conexión entre el sistema educativo y el económico es manifiestamente mejorable, como lo son la actitud de las administraciones públicas ante la tarea de emprender y la consideración social que suscita. Por último, la generación de I+D está muy fragmentada y nos cuesta demasiado convertir en productos vendibles las ideas esbozadas en los laboratorios. Digo por último por no abrumarle más, que ya sabemos, usted y yo, que los problemas no se acaban aquí.

Pero, a pesar de ello, pienso que todo esto no es lo más grave. Lo peor es el ‘Problema’ – esta vez con mayúsculas-, que está detrás de los muchos problemas enunciados hasta aquí. Me refiero a la actitud general que mantenemos frente a la actividad económica y la atención social. Con todas las excepciones que debemos reconocer, en este país, la responsabilidad individual ha desaparecido. Nadie considera que tiene la culpa de los males que le aquejan, así que nadie se siente en la obligación de intentar solucionarlos. No apreciamos el mérito ni valoramos el esfuerzo. Vean lo que pasa ahora, cuando se inician las conversaciones entre el gobierno y los distintos partidos para obtener el respaldo parlamentario que necesita la aprobación de los presupuestos. ¿Se debaten ideas para incrementar la riqueza del país? No. Se han emitido magníficas intenciones, se ha hablado hasta la saciedad de recuperación y de empleo, pero no hemos oído ni una sola idea concreta al respecto. Los dirigentes se afanan en entretenernos. ¿Dónde está el plan elaborado en el Congreso bajo la presidencia de Patxi López, qué ha sido de él, para que ha servido?

En este país disfrutamos de un gobierno de progreso, plagado de personas progresistas, obsesionados con el progresismo y acompañados por multitud de partidos que buscan también el progreso desde los aledaños del poder. Lo malo es que ninguno de ellos entiende que progresar consiste en «haya más para todos, a fin de aumentar el bienestar de todos». No, entienden que progresar es, simplemente, quitar «al que tiene» para dar al que no tiene, aun a riesgo de que todos nos quedemos sin nada. El lema central es «que nadie se quede atrás». Perfecto, lo malo es que para conseguirlo hay muchos que piensan que lo mejor es sentarnos todos a esperar a los rezagados en lugar de animarles, incentivarles y, si es necesario, empujarles para que cojan el ritmo de los más rápidos. La ministra de Educación es uno de los mejores representantes de este nutrido grupo. Pretende arreglar el grave problema del abandono escolar bajando el nivel de la exigencia de los exámenes. O la ministra de Trabajo que está tan obsesionada con paliar los efectos negativos del paro que no le queda tiempo para atajar sus causas. O el Vicepresidente Iglesias que prefiere someter a los pocos ‘Amancios Ortegas’ que tenemos a una severa cura de adelgazamiento patrimonial, antes que procurar su multiplicación por el tejido social.

Y este ‘Problema’ es tan grave que nos va a impedir solucionar los ‘problemas’ mencionados al principio del comentario y no veo que haya ni intención de encararlo, ni capacidad para solucionarlo. Eso es lo que me deprime.