ARCADI ESPADA-EL MUNDO

ESQUERRA Republicana, el partido sedicioso, tiene en su manos el Gobierno de España. Es una situación interesante. El líder del partido está condenado a 13 años de cárcel por sedición. El partido no solo lo considera su líder, sino que considera que lo que hizo fue justo y necesario. No solo fue justo y necesario; aún lo es. Esquerra Republicana no ha renunciado a quebrar la ley para conseguir el objetivo de que Cataluña sea independiente. El problema con Esquerra Republicana no son sus ideas, por llamar de algún modo a sus aberraciones ópticas. Si solo fuera por sus aberraciones estaría en el mismo caso de Vox. El problema es que el Gobierno de España depende de un partido que llama a la insurrección desde la propia Generalidad, en el Parlamento y en las calles. Un partido que no acata las sentencias del Tribunal Supremo y desobedece los requerimientos del Tribunal Constitucional.

El Psoe y la partida Podemos firmaron ayer una petición conjunta para que Esquerra Republicana se incorpore al pacto para gobernar España. La reacción primaria y automática es culpar a Pedro Sánchez, su falta de escrúpulos, sus mentiras, su cinismo, bla, bla, car. Algo parecido a culpar a Junqueras de tener un ojo cojo. El tiempo de ese juicio superficial ya pasó. En cuatro décadas de democracia nadie ha exhibido con más claridad que Pedro Sánchez la clase de individuo que es. Es verdad que la propia obscenidad de su comportamiento lo protege, porque los hombres tienen un fondo bondadoso y a pesar de sus propios ojos nadie puede creer fácilmente que haya alguien como Pedro Sánchez. Pero la insistencia ha triturado también esa hipótesis. Este 10 de noviembre los ciudadanos sabían quién era Pedro Sánchez y en justa correspondencia a su sabiduría Pedro Sánchez les ha empaquetado con un lacito amarillo su voto llamando a la formación de un gobierno de sedición nacional.

Por lo tanto, como en el caso de Cataluña, es el momento de reconocer cuál es el problema auténtico. El problema catalán no es Junqueras ni Puigdemont sino los dos millones de catalanes que votan contra la democracia. Simétricamente, el problema no es Sánchez sino el 53% de españoles que han votado a partidos capaces de incorporar a un partido sedicioso a un acuerdo de Gobierno. Adviene el grave momento de reconocer que España tiene un problema con los españoles.

La única incertidumbre es saber si ante el ofrecimiento de pacto, Oriol Junqueras estará a la altura de la responsabilidad que se le demanda y sabrá comportarse como un auténtico preso de Estado.