Luis Ventoso-ABC
- Podemos está ya de capa caída y si los padecemos es por culpa el PSOE
En efecto. Iglesias Turrión ostenta el raro mérito de compendiar todos los defectos de la peor política. Lo supo ver bien Sánchez, cuando en vísperas de las elecciones de 2019 descartaba tajantemente gobernar con él porque le provocaba insomnio. Iglesias es un populista radical, ignaro en gestión y que apenas trabaja, más allá de entrevistas de cámara y de provocar con exabruptos. Ideológicamente, a sus 42 años permanece anclado en la más vetusta y multifracasada de las antiguallas: el comunismo. La manera en que ha mangoneado su partido es caciquil, decimonónica, convirtiendo en su número dos a su propia pareja, una mujer que yendo de heroína del feminismo se ha prestado a tan machista vía de promoción. A pesar de las evidentes repercusiones sociales de la pandemia, durante la gravísima crisis del covid al ‘vicepresidente social’ no se le ha visto el pelo, excepto una pomposa rueda de prensa el 19 de marzo, donde proclamó que se hacía cargo personalmente del drama de las residencias (para acto seguido escaquearse por completo). Todos sus instintos son contrarios a la democracia liberal. Ha amenazado a jueces y periodistas y ha llegado a decir que la derecha jamás volverá a gobernar, lo que supondría instaurar un régimen totalitario. Su vida particular contradice lo que predicaba en sus días de apóstol de ‘la gente’. En cuanto ha conseguido una poltrona pública ha abrazado de inmediato los gustos altoburgueses de aquellos a los que denigraba como ‘la casta’. Epítome de tan drástico giro es su suntuosa mansión en Galapagar. Tampoco ha cumplido las expectativas de limpieza de la vida pública que preconizaba en las acampadas de Sol. Su partido está acusado de financiación irregular. Él mismo anda entrampado en tribunales por el turbio borrado de la tarjeta del móvil de una colaboradora íntima, de cuya declaración ante el juez pende ahora su futuro (tal vez por ello ha sido agraciada con la dirección de un medio afín a Podemos). Por último, y muy importante, actúa como un felón contra su propio país: es un chico madrileño de cuna cómoda que inexplicablemente reniega de España y prefiere apoyar a los separatistas.
Por todo lo anterior, la realidad es que Podemos ya está de capa caída. El público los ha calado. Huelen a moda rancia. En las elecciones generales van en moto hacia abajo. En los comicios gallegos desaparecieron y en los vascos se quedaron en la mitad. Hoy en Cataluña tampoco les irá bien. Por eso Iglesias, a pesar de su circo y sus declaraciones irritantes y antipatrióticas, no es el auténtico problema. El problema es la persona que lo mantiene ahí con respiración asistida y con una sobrerepresentación que no se corresponde con su magra realidad en escaños. Y esa persona es Mi Persona, Sánchez, que para alcanzar el poder ha dado cuartelillo a un partido antisistema de probada incompetencia.
Cuando se asqueen ante las barbaridades de Iglesias no miren al moño, miren al dedo que lo mantiene ahí.