EL «PROCÉS» EN LA NUBE

ABC-IGNACIO CAMACHO

El proyecto de secesión sigue vivo bajo un aparente letargo. Y está construyendo infraestructuras en el ciberespacio

CONTRA el optimismo de los terceristas y de un cierto tardomarianismo convencido –o no tanto– de la victoria del Estado, el procés sigue vivo bajo una apariencia de letargo. Hay mucha gente bienintencionada proclive al autoengaño y convencida de la oportunidad para el diálogo. Son los que creen que Puigdemont está amortizado, los que esperan que el juicio y su sentencia llevarán a los separatistas al colapso o los que piensan que la cárcel ha inducido en Junqueras un talante de cambio. Pero simplemente no es así: el proyecto de secesión no se ha detenido ni siquiera en el tiempo laxo en que el artículo 155 alejó a sus promotores del mando. En la conciencia profunda del independentismo el plan está intacto, hibernado en la sombra a la espera de retomarlo con la lección aprendida del primer fracaso. Y el Gobierno vicario de Torra no tiene otra misión que la de continuar el trabajo de la construcción de estructuras administrativas y de poder que en un momento dado permitan a él o a sus sucesores volver a dar el paso. Sólo que ahora gozan de la ventaja de que la vigilancia se ha relajado. Los aspectos simbólicos como la guerra de los lazos desvían el foco de un nuevo despliegue diplomático y, sobre todo, de la arquitectura digital silenciosa que está alojando copias de las redes informáticas de los servicios públicos en la nube del ciberespacio. Desde la revuelta de octubre, los soberanistas han analizado sus fallos y el próximo intento, cuando se produzca, partirá de un modelo mucho más efectivo y detallado.

El punto débil de esa estrategia es todavía la falta de masa crítica. Los procesistas son conscientes de que las consecuencias del conflicto han alejado la posibilidad de una mayoría, y su tarea inmediata consiste en volver a reunirla a través de la agitación política. Aún tienen que medir sus fuerzas internas en las elecciones, pero la división cainita entre ERC y los exconvergentes siempre se resuelve a través de la cohesión de una meta colectiva. Puede llevar tiempo, aunque confían en que la causa juzgada en el Supremo acelere el esencial sentimiento victimista. De momento, las defensas de los acusados han acentuado la presión con el juez Marchena en el centro de su ofensiva. De los errores de otoño del 17, el separatismo ha extraído la conclusión de que no le convienen las prisas; sólo estar atento a las circunstancias que puedan precipitar un salto en su deriva. Y no permitir que decrezca la tensión que mantiene encendida la hoguera del ánimo entre sus filas.

Por eso es imprescindible que nadie olvide lo que está en juego. El bloque de la independencia aprovechará cualquier oportunidad, cualquier titubeo, cualquier complicidad, cualquier acuerdo, cualquier mano tendida, para tomar aliento. Es lo que siempre ha hecho y lo hará de nuevo. Y eso sólo lo puede impedir un Gobierno convencido de la necesidad de ponerle freno.