El proceso mágico

La tregua por ahora sigue y eso es positivo, y el Gobierno hará bien en intentar alargar la situación todo el tiempo que sea posible, pero para albergar esperanzas de un final feliz hay que empezar por no tener en cuenta lo que dice ETA, y eso, intelectualmente, es imposible. Creer que su discurso es de consumo interno, para sus seguidores, no arregla nada.

Hace ocho años, cuando la anterior tregua de ETA, las palabras mágicas eran construcción nacional y todas las derivaciones del sector de la albañilería aplicadas a la patria. Era imposible leer un texto de ETA, de Batasuna e, incluso, de algunos líderes del nacionalismo institucional, sin tropezarte a cada paso con un solar nacional en obras. La patria vasca parecía un terreno en recalificación urbanística en el que todo lo que se hacía tenía como objeto la construcción nacional.

Aquella burbuja inmobiliaria entró en crisis con el fin de la tregua y desapareció del lenguaje el concepto de construcción nacional, pero ha llegado un alto el fuego nuevo y otra palabra mágica: proceso. Ciento treinta veces aparece repetida en la entrevista a los dos dirigentes de ETA difundida ayer. Proceso de soluciones, proceso de paz, proceso de normalización, proceso de fin del terrorismo… cada uno le pone los apellidos que le parecen. Durante unos cuantos meses estaremos dándole vueltas a la expresión, hasta el día que entremos en «una dinámica liquidacionista del proceso», como dijo ‘Josu Ternera’ hablando de otro asunto, y se acabe el dichoso proceso.

ETA ha puesto de moda otra palabra mágica para esta temporada, pero el fondo del asunto sigue siendo el de siempre. Para renunciar definitivamente a las armas exige la autodeterminación, Navarra y el País Vasco francés y mientras mantiene la extorsión, porque necesita dinero, y le parece normal que siga la violencia callejera. Y además, aunque todavía no han pasado dos meses desde el inicio de la tregua, ETA empieza a tener prisa y a ponerse nerviosa. Por eso exige contrapartidas inmediatas al Gobierno. Una de ellas es que el Estado se declare también en tregua: nada de persecución contra los que, presuntamente, han participado en antiguos atentados, ni contra los que son sorprendidos in fraganti recaudando dinero para la banda, nada de sumarios en los tribunales contra Batasuna. Ni siquiera seguimiento policial a los sospechosos.

La tregua por ahora sigue y eso es positivo y el Gobierno hará bien en actuar para intentar alargar la situación todo el tiempo que sea posible, pero para albergar esperanzas de un final feliz hay que empezar por no tener en cuenta lo que dice ETA y eso, intelectualmente, resulta imposible. La entrevista de ayer deja claro que ETA pretende negociar políticamente con España y Francia y que sigue condicionando el fin del terrorismo a lo mismo que hace dos décadas. Creer que el discurso de la banda es de consumo interno, para sus seguidores, no arregla nada.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 15/5/2006