Ñiquel Giménez-Vozpópuli
Ya tenemos a Oriol Junqueras en la Universidad de Vic, donde acudirá tres días a la semana a impartir la asignatura de Historia del Pensamiento Occidental. Gaudeamus igitur
Siempre he asociado la capital de la comarca de Osona, Vic, con la sabrosa chacinería que allí elaboran. No en vano Luis Antonio de Vega, cuando reclamaba que en su mesa no figurase ningún embutido inclusero, mencionaba el excelente salchichón de Vich, ortografiado tal cual. Claro que, cuando don Luis escribió eso mandaba Franco y ya se sabe, con el general, para comer salchichón uno debía estar en posesión de un aval del cura de tu pueblo, del alcalde, del cabo del puesto de la Guardia Civil, del delegado de Falange, de la Sección Femenina, por si las dudas, del boticario y, por ende, de la Delegación de Abastos.
Por eso, hasta que llegó esta bendita democracia, nadie supo lo que es el salchichón viguetense ni el chorizo de Cantimpalos – de Cantimpalos no hay chorizos malos, dice el refrán sabiamente – ni mucho menos el jamón, sea de Trévelez, Huesca, Salamanca, Guijuelo, Huelva y ya no digamos el de Jabugo. Porque durante la oprobiosa nadie comía nada y tuvo que venir Podemos y el separatismo para concedernos la libertad en el ramo de los embutidos. Decimos todo esto porque Vic o Vich era, proporcionalmente a su población, la ciudad catalana con mayor afiliación a la Guardia de Franco. Qué cosas.
Así las cosas, la Ciutat de els Sants, con alcaldesa de fina vista capaz de distinguir quién es catalán de quién no lo es, añade a su lista de méritos el de albergar en su universidad, privada, por descontado, la figura de Junqueras, que impartirá sabia y docta cátedra en tamaña y colosal institución para pasmo de occidente y acaso incluso de oriente, aunque eso todavía está por verse. Emocionado al pasear por los pasillos de aquella máquina de crear talentos, y tras un recibimiento por parte de profesores y alumnos digno de la entrada de Nuestro Señor en Jerusalén, el líder de Esquerra puso dos tuits que no puedo por menos que reproducir para gusto y deleite de ustedes. Traduzco. El primero decía “Gracias a todos los estudiantes por la bienvenida”. El segundo – se conoce que el hombre se vino arriba – era más rimbombante: “Enseñar y aprender. Siempre y gracias a todos por vuestro apoyo. Os quiero”. Como es conocido, el junquerismo es amor.
De momento, el prócer catalán no dará clase propiamente dicha, puesto que quiere prepararse la asignatura que comenzará a impartir después de Semana Santa. Obra con la prudencia de Néstor, porque hablar de la historia del pensamiento occidental no va a ser grano de anís. Sus alumnos, imbuidos de proceso, separatismo, lazos y discursos estomagantes van a sudar tinta para entender que si a occidente le caracteriza algo es haber alumbrado a gigantes defensores de la libertad intelectual, la gozosa experiencia de la duda y razonar ante cualquier otro método. Vaya usted y dígale a un joven lazi que se abstenga ante la duda y verá cómo le ponen un CDR de guardia delante de su portal. Ante lo cual uno se pregunta qué va a decir el preso de Lledoners, más libre hoy que ayer, pero menos que mañana, parafraseando a la medalla del amor con el lazo Abelín.
Mucho peor lo tendrán quienes, si los hubiera o hubiese, sean sus alumnos sin participar del credo separata. No veo yo a la clase aplaudiendo si alguien propone tesis hegelianas que pongan en cuestión los asertos sin posibilidad de respuesta. ¿Admitirá Junqueras que alguien que se sienta español, insistimos, si es que en dicha universidad los hay, le pida revisar la nota de un examen al sentirse discriminado por sus ideas? ¿Estará en su temario Ortega y Gasset? ¿Descubrirá, acaso, que Schopenhauer era de Manresa y Descartes de Palafrugell? ¿Dirá que Erasmo de Rotterdam era, en realidad, Erasme de Rubí? Ahí tendría tema, porque el “Elogio de la locura” casaría por completo con su ideología aunque, al fin y al cabo, poco tiene de loca a la vista de los resultados que le está dando a sus líderes. Condenas de trece años que se reconvierten en jugosos permisos a los que casi nadie tiene acceso en entre la población reclusa y cátedras universitarias.
No sé si nosotros somos los locos, pero que indudablemente somos los tontos, seguro. Y si suspende a alguien por zote e inepto, siempre le quedará colgarse una pulsera con los colores nacionales y decir que Junqueras le tiene manía.