El proyecto de Arnaldo Otegui

ABC 16/08/16
EDITORIAL

· Es primordial combatir el plan político subyacente en los movimientos de una izquierda separatista y filoetarra, con aspiraciones de gran coalición con otras izquierdas

A medida que se acerquen las elecciones vascas del 25 de septiembre, aumentarán los lamentos de los muchos tontos útiles que tiene Arnaldo Otegui en contra de su inhabilitación. La estrategia de marketing a la que están contribuyendo no puede ser más falaz como evidente: su candidatura, según sus apologistas, es una oportunidad para la paz en el País Vasco. De esta manera, todos aquellos que piden, como ABC, que a Otegui se le aplique íntegramente la sentencia de condena, firme en todos sus extremos, que le inhabilita políticamente hasta 2021, automáticamente pasan a estar contra la paz. La mendacidad de este discurso es comparable a la desvergüenza con la que se defiende en público, sobre todo por los mismos que reclaman Memoria Histórica por la víctimas del franquismo, mientras quieren sepultar en el olvido a las de ETA.

Por eso es de agradecer que el ministro de Justicia, Rafael Catalá, fuera contundente al negar cualquier posibilidad a Otegui de ser candidato ahora. La paz que ahora se vive ha sido posible gracias a que Otegui y otros muchos terroristas han estado en prisión, y no en la calle. El proyecto de Otegui es aplicar la vieja estrategia etarra, bien conocida por él, de «acumular fuerzas» con todos aquellos que aspiran a legitimar históricamente el «conflicto» con España, a crear una base de izquierda separatista conciliable con la extrema izquierda (Podemos, En Marea, Comú) y a prolongar la historia de ETA, sin solución de continuidad (pero sin condenas, sin arrepentimiento, sin desarme), desde la violencia terrorista a la actividad política. Estos son los objetivos de las reuniones que, como hoy informa ABC, ha mantenido Otegui con cabecillas de la disidencia radical «abertzale» consciente de que Bildu está perdiendo mucha fuerza electoral por la irrupción de Podemos y los más radicales. El primer encuentro ha sido con Abots Anitz, que han admitido la buena voluntad de Otegui. Pero la mayoría de los disidentes (sobre todo Aurrerantz, partido que aspira a aglutinar a la disidencia) mantienen su rechazo frontal a cualquier acuerdo.

Mientras otros escriben los guiones de una comedia buenista, con Otegui de protagonista, él traza los planos de una estrategia de activismo anticonstitucional. Sus panegiristas le hacen el trabajo de limpiar su pasado terrorista y de disfrazarlo como el «Mandela vasco», pero él sabe bien lo que se trae entre manos: un proyecto de legitimación histórica de la violencia, de perpetuación del conflicto con España y de mantenimiento de la discordia civil en el País Vasco. Es importante evitar que Otegui sea candidato, sobre todo porque hay que asegurar el cumplimiento de la ley y de las sentencias por encima del oportunismo político. Pero más importante es combatir –parece que el socialismo vasco no se ha enterado– el plan político subyacente en los movimientos de una izquierda separatista y filoetarra, con aspiraciones de gran coalición con otras izquierdas.