Antonio Fernández-El Confidencial
Ojo por ojo y diente por diente. Al candidato de ERC a la alcaldía de Barcelona «le puede ocurrir como a Arrimadas: ganó las elecciones, pero no gobernó», escenifican fuentes socialistas
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, guarda munición en su cartuchera. El problema que se le plantea ante la posibilidad de que los independentistas bloqueen el nombramiento de Miquel Iceta como senador autonómico (para que luego presida el Senado) puede quedar neutralizado en los próximos días. ¿Que los republicanos vetan a Iceta? No hay problema. La alcaldía de Barcelona puede seguir en manos de Ada Colau, que es la líder de los comunes y la persona de Pablo Iglesias en la capital catalana. O sea, es la persona de confianza del socio de confianza de Sánchez.
Ya puede ganar Ernest Maragall las elecciones a la alcaldía, que no será jamás alcalde. Previsiblemente, la suma de los concejales entre los comunes de Colau y los del socialista Jaume Collboni bastarían para desbancar al republicano de la carrera por el sillón. Ojo por ojo y diente por diente. «A Maragall le puede ocurrir como a Inés Arrimadas: ganó las elecciones, pero no gobernó», escenifican fuentes socialistas. El diputado republicano Gabriel Rufián ironizaba en un debate televisivo de la pasada campaña sobre esa circunstancia. La diferencia es que ahora el protagonista será su compañero de filas.
La situación dibuja un tablero muy simple: Miquel Iceta necesita ser nombrado senador por cuota autonómica para poder presidir el Senado, como quiere Pedro Sánchez. Pero ERC, JxCAT y Ciudadanos han avisado de que votarán en contra. Una ‘pinza’ inusitada, estrambótica. Jamás se ha vetado a un candidato a senador en un Parlamento autonómico, donde cada grupo es libre de proponer sus candidatos y los demás se abstienen en las votaciones. «Es como si a un partido le han de decir sus rivales a quién ha de poner de cabeza de lista en unas elecciones», se quejan desde las filas socialistas. De romperse esa tradición y vetar al primer secretario del PSC, se habrá culminado la fractura política en Cataluña, consecuencia del ‘procés’. La próxima puede ser la social.
Las contraprestaciones que los independentistas ponen encima de la mesa para levantar el veto son inasumibles: quieren que se libere a los políticos presos y que se acabe el juicio por el 1-O en el Supremo. Desde el Gobierno y desde el partido se subraya que el Ejecutivo de Sánchez no tiene competencias para dejar en libertad a los presos que están siendo juzgados. «A lo mejor los independentistas en su territorio lo hubieran hecho, pero aquí tenemos división de poderes y no podemos decidir si los presos salen o entran. Eso depende de los jueces. Y, responsablemente, ellos no pueden poner sobre la mesa la reivindicación de dejar libres a los que están siendo juzgados», arguyen fuentes socialistas.
Una «declaración de guerra»
La peculiar situación tendrá consecuencias a nivel municipal, ya que ERC da por sentado que ganará las municipales en Barcelona y esta ciudad tendrá, por primera vez desde el restablecimiento de la democracia, un alcalde republicano. Pero se encontrará con el veto del PSC. Quien se beneficiará de todo ello es Ada Colau.
«El anuncio del voto contrario al nombramiento de Iceta como senador es una declaración de guerra. ¿Es que no se dan cuenta de que la contestación de Madrid va a ser impedir un gobierno municipal en Barcelona presidido por Esquerra? Con eso, estamos seguros de que los socialistas apoyarán a Ada Colau antes que a Ernest Maragall», dice también a El Confidencial una fuente cercana a Barcelona en Comú (BeC). En las filas de los comunes se afirma con contundencia que Colau podrá seguir siendo alcaldesa porque Collboni (que puede dispararse hasta los 8 concejales frente a los 4 que tiene en la actualidad) la podría apoyar frente al republicano.
La clave está en los concejales que obtendría ERC (se supone que entre 9 y 11, según las últimas encuestas), pero son aproximadamente los mismos que obtendría Colau y su Barcelona en Comú (BeC). Maragall podría aspirar a tener el apoyo de Junts per Catalunya (JxCAT), pero las encuestas le vaticinan a los posconvergentes una caída de 10 a cinco o seis concejales, por debajo del PSC, lo que dejaría al independentismo en minoría ante el tándem BeC-PSC.
Es cierto que los socialistas rompieron con los comunes la pasada legislatura, pero un futuro pacto le haría la vida política más dulce a Collboni
Es cierto que los socialistas rompieron con los comunes la pasada legislatura, pero un futuro pacto tendría otros componentes que le harían la vida política más dulce a Jaume Collboni: ya no estarán en el equipo de gobierno Jaume Asens y Gerardo Pisarello, los dos miembros más fuertes del entorno íntimo de Colau, alineados sin ambages con el independentismo. Fuentes de los comunes señalan a este diario que el pacto en estas circunstancias, sería mucho más fácil que en la anterior legislatura y, por tanto, más llevadero no ya por el talante más dialogante que pueda tener el nuevo equipo de Colau, sino por la experiencia en gestión de la Administración que tienen ya sus cuadros.
«Ya se habló en la cúpula»
Por parte de los socialistas se es más cauto. Un pacto exclusivamente con Colau no está en la agenda de Collboni pero, según algunas fuentes consultadas por El Confidencial, tanto la cúpula del PSOE como la del PSC priorizarían una alianza con los morados en la capital catalana. «Y, especialmente, para evitar que Colau pueda pactar con el independentismo. Se matarían dos pájaros de un tiro: evitar que Maragall sea alcalde y evitar que lo sea Colau con su apoyo», subrayan las fuentes. Collboni habría de recomponer sus relaciones con Colau, maltrechas tras la abrupta ruptura y la salida del gobierno municipal del PSC en noviembre de 2017, pero eso es lo de menos y no representaría ningún problema. Una de las fuentes consultadas es más concreta y resalta que «el tema es más fácil de lo que parece. Ya se ha hablado en la cúpula, antes de que hubiese el problema con ERC. Collboni lo sabe bien porque él habló del tema también. Y se llegó a la conclusión de que debemos esperar y, según cómo esté la correlación de fuerzas, si hay que pactar con Colau, se pacta. Pero esperemos a ver antes los resultados».
Esta estrategia, además, no chocaría con los principios del PSC. Por una parte, el gobierno formado por BeC y socialistas podría alcanzar hasta los 18 concejales. Está lejos de los 21 de la mayoría absoluta, pero sería mucho más estable que el de Colau en los últimos años, en los que gobernó con unos exiguos 11 concejales. «Esta correlación de fuerzas es perfectamente asumible y colmaría las expectativas del PSC», reconocen desde las filas de los comunes. Por otro lado, el PSC podría alardear de formar un gobierno progresista en la capital catalana, una de las tradicionales promesas electorales que siempre hace en campaña.
Y hay otra circunstancia sobrevenida: en las pasadas elecciones generales, se evidenció un trasvase de voto de los comunes hacia los socialistas. Son votos que volvían a casa, descontentos por haber puesto como cabeza de lista a un independentista como Asens. Ese voto no vería con malos ojos una alianza de BeC y PSC, porque representaría el freno al independentismo pero conservaría la esencia progresista y de izquierdas.