EL MUNDO – 27/11/16
· El ‘lehendakari’ y Ortuzar cerraron con Mendia el último de los 6 borradores que intercambiaron.
· «Era o Batasuna o nosotros, y claro, siempre será mejor que nosotros estemos junto a Urkullu», aseguraba ayer en la Casa de Juntas de Guernica, con una sonrisa de oreja a oreja, uno de los dirigentes históricos del PSE que ha estado en la trastienda de un acuerdo político que reordena el escenario político vasco.
Tras seis borradores, dos reuniones formales de las dos comisiones y horas de telefóno, fueron Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar, por el PNV, e Idoia Mendia y Miguel Ángel Morales, por el PSE, quienes el viernes 18 estrecharon sus manos en Sabin Etxea dando por cerrado su compromiso.
Una «dura y detallada» negociación que se inició con un primer documento del PNV entregado a todos los partidos en el arranque de las negociaciones en el que su propuesta de autogobierno se resumía en «profundizar y fortalecer la articulación territorial» y en «fomentar una comunidad vasca global».
Esas vagas referencias en el primer papel entregado a los cuatro partidos vascos se concretaron a partir del 5 de octubre, cuando Andoni Ortuzar descartó a PP y a Podemos de una segunda ronda de contactos y anunció que la delegación del PNV estaría compuesta por Josu Erkoreka, Jesús Peña, Joseba Egibar y Koldo Mediavilla. Un equipo que dejaba claro el control sobre el proceso de Iñigo Urkullu con Erkoreka y Peña como hombres de su máxima confianza pero con la inclusión de Egibar como referente de un sector próximo al soberanismo venido a menos con el liderazgo institucional de Urkullu y su sintonía absoluta con Ortuzar.
Enfrente, al principio, y muy pronto a su lado los socialistas comisionaron a Iñaki Arriola, Miguel Ángel Morales, Begoña Gil y José Antonio Pastor para evaluar primero si realmente Urkullu, como parecía, pretendía el apoyo del PSE a los cantos de sirena de Arnaldo Otegi, y a qué estaba dispuesto a comprometerse tras reiterar su intención de impulsar un nuevo estatus con una «consulta habilitante» ilegal que se convertía en un ariete con el que confrontar el resultado en las urnas con un posible veto de las Cortes españolas.
Las dos delegaciones encontraron fácilmente vías de entendimiento en los capítulos sobre el impulso al crecimiento y el empleo y el mantenimiento de los servicios sociales, un capítulo en el que los socialistas lograron gran parte de los 72 compromisos concretos del pacto. Sin cerrar estos dos apartados en los que el PNV exigió el respeto al equilibrio presupuestario, los negociadores abordaron los programas de paz y convivencia. Según fuentes socialistas, el primer borrador –calcado en contenido y forma a los que realiza Jonan Fernández– fue rechazado y retocado en base a sus demandas sobre la «ilegitimidad de la violencia» y a «eludir paralelismos» entre las víctimas de la violencia en el País Vasco. El Partido Socialista de Euskadi aceptó defender en Vitoria pero también con una proposición no de ley en el Congreso el «acercamiento de los presos» y la petición de la transferencia penitenciaria, dos reclamaciones de Urkullu.
Y Urkullu, que el miércoles en el Parlamento Vasco renegó del «modelo de la CUP» en el proceso soberanista catalán, fue quien encontró una fórmula ambigua para hacer confluir el suelo de las reivindicaciones de reforma del Estatuto de Guernica con el techo del respeto a la legalidad vigente exigido por la secretaria general de los socialistas vascos. En cinco folios, PNV y PSE se comprometieron a mantenerse unidos en una «reforma» estatutaria sin un calendario definido y que, mientras Urkullu y Ortuzar lideren a los nacionalistas vascos, «respetará el ordenamiento jurídico» y a «las instituciones competentes».
EL MUNDO – 27/11/16