Kepa Aulestia-El Correo
- Andueza recordó que EH Bildu es «el mismo lobo de siempre con piel de cordero«
La frase de Eneko Andueza el pasado sábado, «presidente, ¿lo vuelves a decir tú o lo digo yo?», no dejó al secretario general de los socialistas vascos otra salida que proclamar «que no vamos a gobernar con Bildu». Pedro Sánchez había deslizado semanas antes que su opción seguía siendo coaligarse con el PNV para el Ejecutivo vasco. Pero no era él quien podía desechar a la izquierda abertzale como socio de gobierno en Euskadi cuando lo es en Madrid tras secundar su investidura. Al parecer, correspondía a Andueza recordar también, como lo hizo dos días antes, que EH Bildu es «el mismo lobo de siempre con piel de cordero». Lo que revela contradicciones en el discurso socialista. Aunque no quede una duda razonable sobre la decisión que adoptarán a partir del domingo 21: designar a Imanol Pradales como lehendakari.
En las autonómicas de 2020 el PSE se situó en tercer puesto, con 122.248 votos y 10 escaños. La mitad que EH Bildu, y tres veces menos que el PNV. Las encuestas ofrecen un pronóstico similar para el voto socialista y su representación parlamentaria. Pero es el empate técnico -voto arriba, escaño abajo- entre el PNV y EH Bildu lo que permitiría al partido de Andueza incrementar el peso político de su presencia institucional. Solo que con dos hándicap. La legislatura de Sánchez no se encuentra tan asegurada como para que los socialistas vascos exijan más cuota de poder al PNV cuando en realidad necesitan de él. Y la eventualidad de que el PSE tratase de explorar acuerdos parlamentarios con EH Bildu en la Cámara de Vitoria en paralelo a su coalición de gobierno con los jeltzales podría llevar a estos a hacer lo propio en materia de autogobierno.
Eneko Andueza necesita más de Pedro Sánchez para el 21-A de lo que éste precisa de los socialistas vascos para el cómputo general de vascas, catalanas y europeas. La atonía de la campaña en Euskadi, solapada bajo la cuestión catalana o el cruce de reproches entre PP y PSOE por casos de corrupción, contribuirá a que el voto socialista aquí responda más que en anteriores ocasiones a pulsiones españolas. Incluidas las que se desaten durante la última semana. Del recuento final importará, especialmente, si los socialistas vascos se quedan como están frente a un PP en recuperación. O si consiguen mejorar algo respecto a 2020.
Los jugadores del Athletic se conjugaron para no tocar la Copa al entrar al campo de la Cartuja, y para no mentar la gabarra antes de la final en Sevilla. En la gestión de expectativas electorales se imponen también las cautelas de la superstición, con excepción del ánimo despreocupado de los de Otegi. Que ayer contaron con el inesperado apoyo de Pablo Iglesias augurando que Sánchez se avendrá a gobernar en Euskadi con un lehendakari de EH Bildu si con ello logra mantenerse en la Moncloa. Sonaría a ‘boutade’ si no fuera verosímil. Sonaría a ‘boutade’ si los socialistas vascos no tuviesen ya que insistir durante los últimos días de campaña en que ni por esas gobernarán con Bildu. No tanto porque tal posibilidad les reste voto constitucionalista, sino porque naturalizando a la izquierda abertzale alienta el trasvase de voto de las familias socialistas hacia el independentismo atenuado. Sonaría a ‘boutade’ si Iglesias no estuviese pensando en una pronta disolución de las Cortes.