Tras los indultos, llegó la rebaja del delito de malversación y a continuación la supresión del delito de sedición. Todo ello para que Sánchez lograra mantenerse en la Moncloa. Tras las últimas elecciones generales y para poder formar un gobierno que le permita mantenerse en la poltrona, Sánchez ha aceptado conceder la amnistía a todos los que participaron en el proceso independentista, a pesar de que antes de la cita negara tal opción y los subordinados del presidente en funciones lo repitieran a coro. Aquí se incluyen acusados de delitos de malversación, desobediencia, desórdenes públicos e incluso terrorismo, o sea, la crème de la crème del independentismo. A continuación vendrá algún tipo de acuerdo en relación a la celebración de una consulta en Cataluña, que sería como poner las bases de un futuro ejercicio del derecho a la autodeterminación. Entremedias, el reconocimiento de la nación catalana, la condonación parcial de la deuda para que los que peor gestionan aporten menos o el traspaso de las competencias de Cercanías a la Generalitat, un paso más en el vaciamiento competencial del Estado y en la desmembración efectiva de España. O el nombramiento de un relator internacional que vele por el proceso negociador a desarrollar durante toda la legislatura, como si nos encontráramos ante un conflicto internacional entre dos Estados independientes y no ante la embestida antidemocrática de unos pocos contra la mayoría y contra la Constitución Española.
Tras el pacto cerrado por Sánchez con ERC, Puigdemont eleva la apuesta y exige la impunidad para sus colaboradores más cercanos y su familia política: la expresidenta del Parlament, Laura Borrás, condenada por corrupción, Josep Alay, relacionado con Putin y la mafia rusa, o el abogado del prófugo, Gonzalo Boyé, condenado a catorce años de cárcel por su participación en el secuestro de Emiliano Revilla por parte de ETA y acusado de un delito de blanqueo de capitales presuntamente cometido en el seno de una organización criminal, procedente del narcotráfico, en concurso con un delito continuado de falsificación de documento oficial. Incluso el clan Pujol podría verse beneficiado por el acuerdo. O sea, todo el independentismo que vulneró la legalidad vigente y toda la mafia corrupta catalana adscrita al régimen; lo cual sería un escándalo añadido al escándalo de proporciones gigantescas que llevamos tiempo sufriendo. Cuando leas este artículo, es posible que todas estas vergüenzas estén definitivamente acordadas. Si esto no es un golpe de Estado, se le parece mucho.
La alternativa de repetición electoral no puede ya permitírselo porque significaría el naufragio de unas siglas que han perdido el antiguo prestigio
Da la sensación de que, llegados a este punto en el que nos encontramos, el prófugo Puigdemont puede pedir lo que quiera a Pedro Sánchez y al conjunto del PSOE, ese partido abducido por Sánchez en su propio beneficio, y que este no tiene ya otra opción que concedérselo. Hubo un tiempo en el que era posible pensar que Sánchez podría finalmente rectificar por conveniencia y presentarse a unas hipotéticas elecciones como supuesto hombre de Estado, dispuesto a engañarnos de nuevo. Pero tal cosa es ya imposible. La alternativa de repetición electoral no puede ya permitírselo porque significaría el naufragio de unas siglas que han perdido todo el prestigio que algún día tuvieron y su paso a la oposición sine die. Tras haber llegado tan lejos en la humillación al Estado, no puede haber marcha atrás sino salto definitivo al vacío. Ya se ha dado.
El PSOE sabe que está a las puertas de formar gobierno y de seguir gobernando España, aunque no se sepa por cuánto tiempo y sea fácilmente imaginable la fragilidad y la debilidad del futuro ejecutivo: migajas para hoy y hambre y ruptura para mañana, hasta que cualquiera de sus indeseables socios baje el dedo. Va a ser un sinvivir a base de dejarse humillar por toda la cuadrilla reaccionaria a la que quiere dar cobijo, acomodo y respuesta Sánchez, como si fueran a conformarse; hay que ser muy tonto para pensar que al nacionalismo se le sacia otorgándole lo que pide: si le das una mano, te coge el brazo, y así hasta devorarte enterito.
Creo que, porque lo sabe, el PSOE comienza a dar muestras de nerviosismo; a pesar de que no se atisbe en su seno vida inteligente capaz de alzar la voz como la situación lo requiere, tan ciegos no pueden estar como para no poder ver el lío en el que se están metiendo. Así se desprende de las declaraciones de Patxi López o de Ander Gil, entre otros, culpando a la derecha de desórdenes públicos, de franquismo o de atentar contra la democracia, cosa sin duda que les gustaría que ocurriese, aunque no sea el caso. Cree el ladrón que todos son de su condición. Lo que sí está habiendo, y va haber más, es respuesta democrática ciudadana ante tamaña traición. No solo es respetable que esa respuesta se produzca sino síntoma de salud democrática de una sociedad que demasiadas veces parece anestesiada. Y en esas movilizaciones deberían unirse la derecha y la izquierda progresista que queda, y todos los que se sientan traicionados por Pedro Sánchez.
Huérfanos políticos
Saben lo que se juegan. El PSOE formará gobierno y Sánchez será reelegido presidente del Gobierno de España. Pero el coste va a ser altísimo para el partido al cual nos avergonzamos de haber pertenecido algún día cada vez más gente. Lo que fue y en lo que se ha convertido. Sus fracasos electorales pueden sucederse en el tiempo hasta arrasarlo con todo. Y las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina, donde el voto útil se diluye y la gente vota lo que le apetece. Además, hay cada vez más gente de izquierdas muy harta, dispuesta a dejar de clamar en el desierto y dejar de ser huérfanos políticos por más tiempo. La paciencia se ha agotado. Son varias las iniciativas que se están conformando para canalizar ese inmenso hartazgo acumulado; entre ellas, El Jacobino, movimiento inequívocamente de izquierdas que ayer mismo (lunes) celebró en Madrid un acto en defensa de la igualdad y que promete dar guerra, con firme propósito de presentarse a las próximas elecciones europeas y lograr representación en el Parlamento Europeo.
El PSOE formará gobierno, sí, pero el lío en el que nos ha metido y se ha metido él mismo es inmenso. Ha acabado con la separación de poderes, ha desautorizado a la Justicia, ha legitimado el procés y al independentismo y ha herido seriamente nuestro Estado de Derecho y, por lo tanto, nuestra democracia. El PSOE formará gobierno pero, a la vez, está contra las cuerdas, lo cual, por otro lado, es nuestra esperanza.