El PSOE se lía la Corona a la cabeza

ALBERTO AYALA, EL CORREO 14/04/13

· El sentimiento republicano rebrota en un socialismo español que sigue en caída libre y siente ya el aliento de Izquierda Unida en las encuestas.

· El aparato da por hecho que, pese a sus esfuerzos por evitarlo, el debate estará en la Conferencia Política de otoño Ferraz se sabe en posesión de uno de los pilares que sustentan la estabilidad de la Corona y no está por demolerlo.

Corría el año 1977. La Transición era apenas un cuaderno que se escribía con renglones casi siempre torcidos a golpe de sobresalto. El partido comunista acababa de ser legalizado el Sábado de Gloria, para tremendo enojo de un estamento militar franquista y de Manuel Fraga. Y una auténtica sopa de siglas se disponía a jugarse el todo por el todo en las elecciones constituyentes del 15 de junio. En la parrilla de salida, entre la pléyade de partidos dispuestos a protagonizar el nuevo tiempo, el PSOE y el PCE. Oficialmente ambos se mantenían en el republicanismo. Matizado ya en el caso de los comunistas, cuyo líder, Santiago Carrillo, había desconcertado a los suyos al comparecer con la actual bandera de España en lugar de con la tricolor.

En aquella campaña los mítines eran el gran entretenimiento del momento. A su aura de novedad se unía el toque siempre atractivo de lo que hace nada era como la manzana prohibida. Uno de ellos, convocado por el PSOE en el cine Olite de Pamplona, tenía como cabeza de cartel a un dirigente federal de pasado comunista tan escasamente conocido como la mayoría de los aspirantes a ser alguien en el nuevo ciclo: el guipuzcoano Enrique Múgica Herzog. Hablaron los líderes locales y le llegó el turno al futuro ministro de Justicia y Defensor del Pueblo español. En ese instante apareció en el fondo de la sala un joven con una gran enseña republicana y se lanzó pasillo abajo hacia el escenario. El patio de butacas prorrumpió en gritos de «España mañana será republicana». No sé de quien partió la orden, pero miembros del servicio del orden se abalanzaron sobre el espontáneo, le arrebataron la enseña y lo sacaron de la sala con cajas más que destempladas.

Desconcierto

El desconcierto se adueñó de muchos de los asistentes. Algunos optaron por marcharse. Entre ellos, una pareja de mayores. «Pero si somos republicanos…», lanzó uno. «A Tierno, ya está. Voy a votar a Tierno», soltó el otro en referencia al ‘viejo profesor’, Enrique Tierno Galván, entonces líder del Partido Socialista Popular (PSP); una pequeña formación cuajada de diplomáticos e intelectuales, con mucho prestigio y bastantes menos votos, que poco después, ahogada por las deudas, se vería abocada a engordar la casa común del PSOE.

¿Qué había pasado? No era de dominio público, pero para aquellas fechas los grandes protagonistas de la Transición habían perfilado el diseño del nuevo tiempo. España se convertiría en una democracia, la forma de Estado sería la Monarquía encarnada por Don Juan Carlos y las comunidades históricas –al final serían todas, las preexistentes y las creadas ‘ex novo’– gozarían de un régimen de autonomía.

El PSOE aún tardaría tiempo en asumir públicamente el relevante paso que Felipe González y los suyos habían accedido a dar en privado: anteponer el regreso de la democracia a la forma de Estado y convertirse en uno de los pilares esenciales en los que se cimentaría, como así ha sido, la estabilidad del mandato del Rey, cuya figura había vituperado en panfletos y publicaciones hasta solo unos meses antes. De hecho, los socialistas mantuvieron la enmienda en favor de la República hasta el debate final del proyecto de Carta Magna en la Comisión Constitucional del Congreso. Luis Gómez Llorente, uno de los grandes referentes del ala izquierda del PSOE, que se apartó de la política cuando González impuso la renuncia al marxismo, fue el encargado de defendar la propuesta y, sobre todo, de abrir la puerta de par en par al nuevo futuro. Llorente reclamó la República. Pero hizo algo más determinante: confirmar que el PSOE apoyaría la nueva Constitución, aunque prosperara la Monarquía, como se sabía que ocurriría.

Vientos de cambio

Durante tres largas décadas, la Corona y el PSOE han caminado de la mano. No solo. Tras el 23-F, el prestigio del Rey se disparó y, con el evidente apoyo de Felipe González, se asentó el ‘juancarlismo’ muy por encima del apoyo a la institución en sí. El sentimiento republicano quedaba para las Juventudes Socialistas, para el sentimiento y para ese programa de máximos que incluye la sociedad sin clases.

Todo eso es ya pasado. La crisis, la corrupción, algunos errores del Monarca y su entorno y la insensibilidad de una clase política incapaz de cambiar y de aportar alternativas, pero consciente de que termina un ciclo, han puesto otra vez en la agenda el debate sobre la forma de Estado. También en las filas del PSOE.

Por el momento han sido un puñado de voces aisladas las que han roto con la ortodoxia en este asunto. Unos, como Odón Elorza, se han desmarcado de las tradicionales loas al Rey por casi cualquier cosa. El catalán Pere Navarro o la corriente Izquierda Socialista han pedido su abdicación. Los diputados Javier Martínez Olmos y Francesc Romeu y, de nuevo, las Juventudes han reclamado abiertamente la República.

Pero una cosa es lo que se manifiesta en público y otra lo que bulle en privado, en especial en un asunto delicado como éste. Y las encuestas no hacen sino poner cada día un poco más nerviosos a militantes, cuadros y dirigentes socialistas. Sondeos que dicen que el PSOE sigue en caída libre. Que Izquierda Unida le pisa ya los talones en intención de voto directo. Y que el apoyo al Rey ha caído en picado hasta situarse bastante por debajo del que recibe el Príncipe. En especial entre los menores de 40 años, que tienen muy presentes algunos episodios recientes no demasiado edificantes y han olvidado o nunca han llegado a apreciar el papel desempeñado por la Corona en el retorno y consolidación de la democracia en España.

El aparato de Ferraz empieza a asumir que la República puede ser –será más que probablemente– uno de los asuntos estrella de la Conferencia Política que celebrará el partido en otoño. Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo se esfuerzan ya por evitarlo, de momento con declaraciones y artículos como el que Ramón Jáuregui publicaba el miércoles en este periódico. Pero desde la consciencia de que los vientos que se respiran en las agrupaciones y las posibilidades de que gozarán los militantes para elevar propuestas al cónclave parecen condenar estos esfuerzos al fracaso.

No reabrir el debate

Para intentar templar los ánimos, el PSOE ha planteado la necesidad de reformar también el capítulo de la Constitución referido a la Casa Real. El objetivo: que el Rey tenga un estatus similar al resto de responsables públicos, lo que de momento no es visto con buenos ojos por el PP de Rajoy.

El mensaje último del aparato socialista a los suyos, pero también a los demás partidos y a la sociedad española, es claro: más allá de discusiones teóricas, no lanzarse a reabrir el debate Monarquía-República en un momento convulso como el actual, de máximo enfado ciudadano y mínimo crédito de la política y los políticos. ¿El por qué? No existe la voluntad de consenso, de cesión mutua, que hizo posible la Transición, lo que dispara el riesgo de que lo que aflore sea algo bastante peor que lo que tenemos. Con todo, la interrogante queda abierta.

ALBERTO AYALA, EL CORREO 14/04/13