ALBERTO AYALA-EL CORREO

Estamos a sólo treinta y siete días de que el veredicto de los madrileños en las urnas empiece a clarificar hacia dónde puede encaminarse la política española: si tendremos elecciones generales a final de año o en 2022. Por ahora todo sigue patas arriba tras la fenomenal metedura de pata del PSOE y de Ciudadanos en Murcia.

El PP ha conservado la presidencia murciana gracias a la habilidad de Teodoro García Egea para captar tránsfugas. También la de Castilla y León, segundo movimiento en falso de los socialistas, que sí han obtenido un trofeo menor: la Alcaldía de la capital pimentonera. Y Pablo Iglesias se ha despedido precipitadamente de su condición de vicepresidente por imperativo de la legislación electoral madrileña, que al parecer nadie se había molestado en leer en Podemos.

Pista libre, pues, hacia el 4-M con algunos movimientos interesantes. El dócil candidato socialista, Ángel Gabilondo -que hoy sería Defensor del Pueblo, como ansiaba, si Casado no hubiera vetado al juez De Prada frustrando el pacto con el PSOE para la renovación de varias instituciones- ha hecho un doble anuncio. Si es presidente ni tocará los impuestos. Y su deseo es pactar con Más Madrid y Ciudadanos, no con ‘el actual’ Pablo Iglesias. Desde la otra orilla, Génova ha deslizado que pactar con Vox sí, pero nada de que haya consejeros ultras en el nuevo Gobierno de Ayuso.

El mensaje de Gabilondo, que busca claramente captar a exvotantes de Ciudadanos -aunque el grueso se irá al PP-, entronca muy bien con la historia reciente del socialismo español. Y es que desde la restauración de la democracia el PSOE se ha esforzado por ningunear a los comunistas y ser la casa común de todas las izquierdas.

PSOE y PCE se entendieron tras las municipales de 1979, lo que aupó a Tierno Galván a la Alcaldía de Madrid. Pero luego Felipe González llevó a su partido a abandonar el marxismo, abrazar la socialdemocracia y a orillar siempre que pudo al PCE, como le habían aconsejado desde París y Berlín.

Con Aznar en el poder y las encuestas vaticinando al PSOE una fuerte derrota en 2000, Joaquín Almunia sí pactó con los comunistas de Paco Frutos: listas conjuntas al Senado y gobernar juntos si ganaban. Fue un fracaso.

Zapatero no se salió del guion. Y Pedro Sánchez intentó seguirlo. Pero el portazo de Albert Rivera forzó la repetición de las elecciones y llevó al líder del PSOE a abrazar a Pablo Iglesias para alcanzar La Moncloa.

¿Posibilidades de que las palabras de Gabilondo sean algo más que munición electoral? Casi ninguna. Es previsible que PP y Vox sumen mayoría e improbable que no se entiendan. Lo que es tanto como decir que PSOE, Errejón y C’s tienen escasísimas opciones de controlar la nueva Asamblea de Madrid, y menos aún sin Podemos. Los de Arrimadas siguen al borde de convertirse en fuerza extraparlamentaria. Y si logran representación jamás estarán en un pacto con Podemos.

Si hay sorpresón y la izquierda puede hacerse con Madrid un cuarto de siglo después, PSOE, Podemos y Más Madrid no dejarán pasar la oportunidad. Un supuesto que tampoco garantizaría a Sánchez agotar su mandato porque Iglesias no apoyará las reformas laboral y de pensiones que ultiman los socialistas.