IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Los periodos electorales agitan el avispero político. Esta vez, como ya estaba suficientemente agitado, estamos a punto de alcanzar el paroxismo y asistimos a una campaña que produce prodigios dialécticos a diestra y siniestra. Uno de los que más asombro me ha causado es el giro dado en materia fiscal por el candidato socialista. El bueno de Ángel Gabilondo destaca en la campaña por su capacidad para esgrimir argumentos sin verse obligado a adornarlos con seis o siete insultos, lo cual le convierte en un candidato muy original. Además es versátil y si antes de la convocatoria se sumaba gozoso a la enorme campaña de la izquierda dirigida a subir los impuestos en Madrid y acabar con ese supuesto e intolerable ‘paraíso fiscal’ por la vía de armonizar al alza lo que los madrileños habían conseguido desarmonizar a la baja, ahora propone olvidarse de la cuestión y dejar las cosas como están.

No sé si el cambio se debe a un simple cálculo electoral, al descubrir que a sus votantes esa propuesta no les hacía ilusión o si viene motivado por un profundo proceso de reflexión, tras el cual ha llegado a la misma conclusión a la que llegó en su día José Luis Rodríguez Zapatero (por cierto, estará contento con los 53 millones de ayudas concedidos a Plus Ultra), quien afirmó que «bajar impuesto es de izquierdas» y añadió al respecto que «resulta increíble que en algún momento nuestras posiciones intelectuales hayan estado tan cerradas». Lo dijo, lo dijo, se lo juro. Lo hizo en una entrevista publicada en ‘El País’ el 16 de mayo de 2003. Desde entonces ha llovido mucho. A veces incluso ha nevado.

O todo puede ser que haya leído las informaciones aparecidas esta misma semana que aseguran que Madrid es la comunidad autónoma que más aporta a la hacienda pública medido en términos per cápita y en porcentaje sobre la renta de cada uno. Madrid recauda 3.280 euros por habitante, seguida del País Vasco -otra comunidad habitualmente acusada de hacer ‘dumping fiscal’-, con 2.459 euros y Cataluña con 2.438 euros. Si vamos a la recaudación en función de la renta obtenida veremos que la tributación media por habitante supone un 16,72% de la renta disponible de los madrileños. Muy por encima del 13,71% de Cataluña y del 12,15% del País Vasco. Claro que eso se debe a que los salarios allí son más altos y aunque eso anima a los tipos marginales, la tributación de las rentas altas es más benigna y eso deriva, solo en parte, del efecto capitalidad.

Pero es obvio que aportan más. Además, ¿no habíamos quedado en que queremos empleos de calidad con salarios elevados? Pues no parece que castigarlos sea una brillante idea para animar a la creación de dichos puestos de trabajo y a su generalización geográfica. Quizás por eso Gabilondo, que es sensato además de educado, propone ahora dejarlos como están. Ni bajarlos más, porque no le dejan en su partido, ni subirlos, por que no le conviene para atraer votos a su amenazado zurrón electoral.

Déjeme terminar con dos noticias que han pasado muy desapercibidas. Una es que la Unión Europea nos obliga a incluir las deudas de la SAREB -el depósito donde fueron a parar los excesos inmobiliarios de los bancos-, en el cómputo total de las cuentas del Estado. Con esa obligación alcanzamos ya al 120% de la ratio de deuda/PIB. Y como esto de la vacunación va muy lento, el desequilibrio de este año será mayor de lo previsto. ¿Y el del siguiente? Total, que la vuelta a una obligada normalidad se pone aún más cuesta arriba.

La otra es que el Tribunal Constitucional Alemán ha decidido pensarse un poco más la aprobación de los fondos europeos. ¡Lo que faltaba! Si no estaba claro que íbamos a ser capaces de hacer los deberes necesarios para merecer los fondos, ahora se oscurece la posibilidad de que los aporten quienes deberían concederlos. Pues eso, nada más, que pase usted un domingo sosegado y placentero.