EDITORIAL EL MUNDO – 22/01/16
· EL PSOE ya sabe a qué atenerse si llega a un acuerdo con el Partido Nacionalista Vasco para que apoye la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno. La formación del lendakari Urkullu ve en las ansias de poder del secretario general socialista su gran baza para que el PSOE asuma tres condiciones muy claras: el reconocimiento del derecho a decidir, o sea, el derecho a la autodeterminación; el establecimiento de una relación bilateral entre el Estado y el País Vasco, sin ninguna regla de subordinación; y el respeto absoluto al Concierto Económico.
Ahora son los socialistas los que deben decidir si están o no dispuestos a pagar este precio para que Pedro Sánchez ocupe La Moncloa. Ningún socialista debe tener duda de que las dos primeras condiciones establecidas por el PNV son inconstitucionales. El TC tumbó los aspectos esenciales del Estatuto catalán de 2006 porque pretendía situarse a la par de la Constitución de 1978 y fijar con el Estado una relación confederal entre iguales. Su sentencia contra la resolución separatista del Parlamento catalán certifica la inconstitucionalidad del derecho a decidir.
El descaro nacionalista se refleja en la exigencia de no tocar el Concierto Económico, que solo existe porque lo permite la Constitución de 1978. Este privilegio consagrado constitucionalmente no entra en el programa de rupturas y revisiones. Su exigencia es un dardo envenenado a los socialistas, quienes históricamente han sido reacios al régimen económico vasco. Todo es un amargo cáliz que los nacionalistas quieren hacer beber a los socialistas a cambio de echar al PP.
Estas propuestas del PNV son un problema para Sánchez, porque chocan con aquellas líneas rojas que fijó en diciembre su Comité Federal, pero son también un examen de autenticidad para los barones socialistas que tanto lamentan los guiños de su partido a los nacionalistas –con préstamo de senadores incluido a los separatistas catalanes– y tanto defienden la unidad de España, aunque a la hora de la verdad guarden silencio. El pacto de un PSOE con 90 escaños con nacionalistas crecidos en sus demandas, dispuestos a rentabilizar al máximo el desapoderamiento del PP, es una amenaza directa al propio PSOE, cuya mengua parlamentaria y política se debe precisamente a sus desestimientos ideológicos ante el nacionalismo y la ultraizquierda.
Lo que ofrece el PNV al PSOE ya es historia conocida en los pactos del PSC con Esquerra Republicana de Cataluña, o del socialismo gallego con el Bloque Nacionalista. Y los resultados están a la vista. Los dirigentes del PSOE no tienen siquiera el beneficio de la duda, porque los nacionalistas no ofrecen duda alguna sobre lo que quieren y cómo lo quieren. Su comodín vuelve a ser el PSOE.