Tonia Etxarri-El Correo

Pedro Sánchez sigue, pero, desde este lunes, ha empezado a irse poco a poco. No se sabe hasta cuando abusará de la paciencia de sus propios seguidores, que han estado sometidos durante cinco días a un estado apocalíptico creyendo que su líder, por una vez, iba a asumir su incapacidad de seguir gobernando con la soga al cuello. Y no porque la Justicia haya decidido abrir diligencias contra su esposa, sino porque todas las cesiones que ha ido concediendo a sus socios independentistas van a tener una complicada aplicación. Vaya, ¿topará de nuevo con la justicia? ¿O con Europa, quién sabe, si pretende cambiar las mayorías parlamentarias para poder elegir a los vocales del Consejo General del Poder Judicial a su conveniencia?

Lo que queda fuera de toda duda es que nos encontramos ante la tercera parte del sanchismo. La primera, con Pablo Iglesias. La segunda, con Bildu y Puigdemont. Y en esta tercera parte parece que quiere atar en corto a la Justicia y a la prensa independiente, los dos pilares que le queda por controlar. Las dos columnas que se le resisten.

Resulta ocioso entretenerse en cavilaciones sobre quiénes ganaron la apuesta sobre el desenlace de esta farsa de cinco días. Pero lo que hemos visto es que en su entorno se llegaron a creer que, en realidad, se había quebrado personalmente y, más allá de su muro, hubo quien creyó que se trataba de otra estratagema de las suyas para autoafirmar su liderazgo. Sin cuestiones de confianza. Sin elecciones. De la Moncloa a la Moncloa y tira porque le toca.

De su mensaje queda para la reflexión, no exenta de preocupación, su referencia al «punto y aparte» y a la «limpieza» en esta nueva etapa.

De la misma forma que no se entendió que contemplara la posibilidad de abandonar su cargo por unas diligencias judiciales contra su esposa, tampoco se comprendió este lunes el mundo imaginario que nos trasladaba, tan alejado de la realidad. ¿Quién quiere, a estas alturas, del siglo XXI, relegar a la mujer al ámbito doméstico? ¿Qué estarán pensando todas las parejas de presidentes anteriores a él y de las actuales democracias europeas donde se tiene especial cuidado en evitar el mínimo conflicto de intereses? ¿No sería más democrático someterse a la Justicia y que sea ella quien aclara si hubo o no irregularidades en las actividades de su esposa?

Pedro Sánchez habló de regeneración democrática. ¿La piensa impulsar él? ¿De la mano de Puigdemont y de Otegi? A la vicepresidenta Yolanda Díaz, tan fracasada en las últimas citas electorales, le gusta el caldo de cultivo que se está creando y empuja hacia el control judicial.

Habrá que ver en qué se sustancia ese «punto y aparte» de la nueva etapa de Pedro Sánchez. Pero no podrá amarrar a los más de once millones de votantes que no optaron por él. Y los jueces tendrán que seguir cumpliendo con su labor. Como los periodistas ejerciendo su derecho a la libertad de información y de expresión. «Hay momentos en la vida en los que callar se convierte en una culpa y hablar en una obligación», dijo Oriana Fallaci.