Iñaki Viar-Editores

Las reacciones que ha suscitado la acción de los estudiantes de un Colegio Mayor de Madrid han sido una demostración de lo que supone sacar de contexto un acto que puede merecer la reprobación de todo el que quiera sentirse ofendido y lo considere un acto de menosprecio y machismo contra las jóvenes del colegio vecino.

Consideran que lo que muestra es la intención de dañar ofendiendo a las muchachas.

Es lógico, por tanto, que condenen estos hechos.

Pero creo que hay una sobreactuación en estas reacciones y me parecen desmesuradas.

Tienen un aire, más que machista, infantil. Esos gritos con insultos y referencias sexuales son una manifestación primaria de su deseo por las muchachas. Deseo que parecen no encontrar por vías adecuadas. En realidad, esos jóvenes asomados a las ventanas de su colegio gritando que las desean- verdadero sentido de sus palabras soeces- muestran su dificultad para conseguirlas, e intentan ser un reclamo, una seducción muy torpe – hacia ellas. Yo lo interpretaría como una demanda algo desesperada de que les correspondan.

Con ello muestran la superioridad de madurez de las chicas.

Según las muchachas se trata de una manifestación con un carácter ritual, por tanto, con carga simbólica, que se repite para expresar lo que no pueden los jóvenes. Algo muy diferente de una agresión. Más que un acto de machismo es una muestra de impotencia frente a la mujer. Esta claro que solo pueden gritar.

Las muchachas lo han comprendido así. Han hecho manifestaciones diciendo que son buenos chicos, incapaces de hacer daño. Que hace veinte años que lo repiten y nunca ha pasado nada. Por eso las muchachas lo toleran. Y se hacen algunas esperanzas de que luego puedan venir cosas diferentes. Para juzgar la naturaleza de lo ocurrido hay que escuchar a las chicas del colegio.

El grave problema que se ha generado en España en los últimos años es que esa policía del pensamiento que es la “corrección política” está deformando la comprensión de hechos de realidad condenándolos cuando no se ajustan a los esquemas que hoy dominan la subjetividad de nuestra sociedad. Se trata de eliminar la dimensión metafórica, esencial en el sexo, como en la poesía, para buscar una definición de los hechos que se atenga literalmente a la realidad.

La sospecha sobre el sexo, que es de naturaleza ideológica y que estriba en sostener que el otro sexo puede ser mi enemigo, está difundiendo una carga de temor sobre toda práctica sexual, y también otras- más allá de los actos de real y verdadera agresión- que genera respuestas absurdas en nuestra sociedad. Este linchamiento hacia estos universitarios – y tanto “héroe” en la defensa de muchachas que no necesitan ser defendidas- contrasta con la no reacción frente a las declaraciones de un líder político de que le gustaría azotar la espalda de una conocida periodista hasta hacerla sangrar.

Creo que no se movió ningún fiscal. Nadie le llamó facha. Aquí sí que se huele el miedo que infiltra en tantos aspectos nuestra sociedad. Si eso se tolera luego hechos menos graves se convierten en fantasmas amenazadores.

Es que en el sexo deben respetarse los derechos y la libertad del otro, pero no es precisamente el lugar de la corrección. Eso se llama puritanismo. Muy reaccionario, por cierto.