Ignacio Camacho, ABC, 16/9/12
El gran éxito soberanista ha sido el de arrinconar al catalanismo y sepultarlo bajo una oleada de pensamiento único
ARTUR Mas puede ser con su racaraca soberanista tan pesado como Ibarretxe pero tiene detrás más gente; el secesionismo vasco nunca ha pasado a fin de cuentas del 30 por ciento. Aun así, la receta contra su monotemática ofensiva debe ser la misma que acabó con el exlendakari dando clases en Puerto Rico: un pacto transversal entre el PP y el PSOE que le cierre los caminos en Madrid y le levante un dique de contención en Cataluña. El presidente de la Generalitat cuenta con que esa cohesión se resquebraje por los desencuentros de la crisis y por la pulsión nacionalista que late en el alma de un PSC poco sensible al liderazgo de Rubalcaba; de la responsabilidad de los dos grandes partidos nacionales depende que cometa un grave error de cálculo. La clave de la respuesta a su desafío está sobre todo en el escenario catalán, donde la manifestación del martes parece haber impuesto una suerte de pensamiento único. Ha llegado la hora de demostrar si el catalanismo autonomista ha quedado o no sepultado bajo la oleada del separatismo.
El reto soberanista cuenta con la complicidad pasiva de la burguesía empresarial, reacia a levantar la voz contra la corriente hegemónica y partidaria en el fondo de un pacto fiscal que le otorgue privilegios económicos alavasca. Por ahí no hay nada que rascar; los grandes dirigentes industriales no van a hacer otra cosa que despotricar en privado del órdago independentista. Es en el terreno de la política donde está la batalla y donde tiene que configurarse un bloque explícito: socialistas, populares y ciudadanos están ante la obligación de movilizarse para levantar una alternativa que haga la pedagogía necesaria en las calles y en los barrios. El gran éxito del soberanismo, que nunca logró Ibarretxe, ha sido el de arrinconar, pocos años después del Estatut, al bloque catalanista. Si logra empujarlo a la marginalidad la única dialéctica será la del régimen nacionalista contra el Estado.
En su reto frente a lo que allí llaman Madrid, Mas confía en encontrar fisuras de unidad por las que pueda colarse. No es imposible que las haya si Rajoy y Rubalcaba persisten en desentenderse. Tampoco la sociedad española, asfixiada por la recesión, está tan firme como antes. De ahí que resulte imprescindible ofrecer al reto soberanista un perfil antipático, por un lado, y por el otro una retaguardia inquieta. Si se trata sólo de números, hay margen para el entendimiento financiero. Empezando por el rescate. Pero en los principios estructurales no caben componendas porque el Estatuto ya forzó al límite la resistencia del modelo constitucional. Y Mas tampoco dispone de mucho margen de maniobra; la manifestación también ha desbordado sus expectativas y le ha acortado el discurso intermedio. Pragmático como es, sabe que la independencia es un hermoso horizonte retórico ante el que lo peor que lo puede pasar es situarse demasiado pronto.
Ignacio Camacho, ABC, 16/9/12