TONIA ETXARRI-EL CORREO

De los muchos frentes abiertos que tiene Pedro Sánchez en este año electoral, algunos le resultan difíciles de contener. En su Gobierno de coalición, con la cerrazón de Podemos a corregir la fracasada ley del ‘sólo sí es sí’, está decidido a introducir cambios. El mal ya está hecho con tanto beneficio a maltratadores sexuales; se trata de no agravarlo en plena campaña electoral. Fuera de los jardines de La Moncloa, sus socios independentistas, que siguen subiendo la cotización de su apoyo si el presidente pretende revalidar su cargo después de las próximas elecciones, le aguardan con su lista de exigencias.

Avalado el plan de ERC para los próximos años, cuyo fin prioritario es rebatir a Sánchez que se haya terminado el ‘procés’, Pere Aragonès tensa la cuerda. Logrados los indultos, la desaparición del delito de sedición del Código Penal y la rebaja de la malversación, ¿ahora qué queda? se preguntan en los ministerios de La Moncloa, en donde repiten el mantra de que Cataluña está ahora mucho mejor que cuando los secesionistas inflamaron el ambiente alterando la convivencia.

Pues queda la joya de la corona: el referéndum pactado. No una consulta como las que prevé la Constitución para la aprobación de los estatutos de autonomía. O el artículo 92 que establece las consultas sobre decisiones políticas de especial trascendencia sometidas a «referéndum consultivo de todos los ciudadanos». Todos. No quiere eso el presidente Aragonès, ni su jefe Junqueras. Quieren lo de siempre. Un referéndum sobre la independencia. Que lo llamarán como convenga, citando el modelo de Montenegro o el recurrido proceso de claridad de Quebec.

El mensaje de los socios de Sánchez -«no renunciamos a la República catalana»- le complicará la propaganda electoral al presidente de Gobierno.

Tampoco el PNV quiere quedarse atrás. Es consciente de que ya no es tan ‘influencer’ como ERC o Bildu con Sánchez pero quiere poner sus seis escaños parlamentarios al servicio del derecho a decidir con debates que, de momento, están hibernados en el Parlamento vasco.

Todos ponen el foco en las próximas elecciones locales pensando en las legislativas. Y mientras los socios de Sánchez siguen pidiéndole más y más, el PP se concentra en atraer el voto de los desencantados de izquierda, para que no se queden en casa que, según todos los sondeos menos el CIS, rondan el medio millón de electores. ¿Los números le darán a Feijóo la mayoría suficiente para gobernar en solitario? Hoy por hoy, no lo parece. De ahí su empeño en atraer a ese sector de votantes, confiando en que muchos opten por votar al PP, desde la discrepancia, como opción útil para facilitarle la mayoría suficiente y pueda gobernar sin depender de Vox. Ya le ocurrió en Madrid y en Andalucía.

Ésa sería una circunstancia que le facilitaría al PP recuperar sus pactos con el PNV, aunque desde Euskadi, el popular Carlos Iturgaiz insiste en que el PNV y EH Bildu persiguen el mismo objetivo de romper España. Ya veremos. La política muchas veces está condicionada por los ‘tempos’. Desde que el partido de Andoni Ortuzar apostara por una consulta «habilitante» sobre el nuevo Estatuto vasco, para que no se lo tumbe el Congreso como le ocurrió a Juan José Ibarretxe, ha echado el freno en varias ocasiones. Pero lo que queda fuera de toda duda es que si Sánchez revalida su cargo, en la próxima legislatura, gracias al apoyo de populistas y secesionistas, el referéndum sobre la independencia será un hecho.