El relato

IGNACIO CAMACHO, ABC 14/01/13

· Ante el desistimiento democrático Bildu está construyendo un relato moral de rehabilitación retroactiva del terrorismo.

Primero se encaramaron al poder en las instituciones y ahora se están apoderando del relato moral, del marco mental y del discurso político. Desde el principio constituía una evidencia, salvo para quienes prefieren seguir con los ojos tapados, que la legalización de Bildu sería sólo el primer paso para una rehabilitación retroactiva del terrorismo. A bajo precio, además, sin disolución, sin entrega de armas, sin petición de perdón, sin desagravio a las víctimas. Con cierta chulería favorecida por el desistimiento de la dirigencia política, la indiferencia social y la complicidad de los fantoches de la wikiizquierda. Con la arrogancia exigente de quienes lejos de sentirse culpables se consideran legitimados para reescribir a su favor una historia de sangre.

Lógico. Si han obtenido paso libre para gobernar no tienen por qué cortarse a la hora de continuar reclamando. Disponen de masa crítica y eco para construir un relato a su medida: el de la equiparación de víctimas y verdugos, el de la

paz sin vencedores ni vencidos, el del conflicto equidistante, el de los presos sojuzgados, el del Estado represor, el de la causa liberadora. Nadie les planta cara ni les opone una razón de dignidad y de justicia. La democracia parece conformarse con el alivio del cese de la violencia y renuncia a su narrativa de la verdad. Bajo el apocamiento del chantaje —no vayan a volver a las andadas—, el Estado acepta en silencio que los parientes y amigos de los asesinos reivindiquen los derechos humanos y se vengan arriba solicitando excarcelaciones y acercamientos. Por qué no van a hacerlo si Bolinaga toma chatos por las calles, De Juana se broncea en Venezuela y si un correveidile de ETA ingresa por cooptación en el Senado. Por qué se van a frenar si no encuentran quién les pare los pies.

Esto del relato no es intrascendente porque tiene que ver con el veredicto histórico, con el modo en que va a quedar fijado en la conciencia colectiva un drama de cuarenta años de sufrimiento, crímenes, miedo y rabia. Afecta al significado de la resistencia, al sentido de 860 muertos, a la utilidad moral del sacrificio civil. Y es el único consuelo de las víctimas, vestales del dolor de la sociedad agredida y desgarrada. Si esa memoria la acaban determinando los causantes de la tragedia, si la cuentan a su manera los cómplices de los criminales, triunfará una visión torcida capaz de legitimar medio siglo de delirio, de exclusión, de violencia autoritaria, de fanatismo aniquilador. Sin arrepentimiento, sin excusas, sin contrición y, lo que es peor, sin respuestas.

Y todo eso es casi tan relevante como la extinción de la amenaza. Para que no parezca un armisticio, un quidproquo, una componenda, un acuerdo entre iguales. Porque no somos ni hemos sido iguales que ellos. Porque unos han matado y otros han muerto. Y porque la crisis económica no es lo único que importa.

IGNACIO CAMACHO, ABC 14/01/13