EL MUNDO 20/07/17
TEODORO LEÓN GROSS
El periodismo es, parafraseando a Chesterton, informar del nombramiento de Pere Soler a gente que no sabía que Pere Soler estaba vivo. Hasta ahora, sólo había sido un desconocido con cuenta de Twitter, un agitador mendicante que usaba su tuits para dar rienda suelta a exabruptos –del nivelito de «los españoles me dais pena»– y hacerse un CV a la medida de los asshunters del prusés. Así pues, hay que celebrar la noticia de su nombramiento. Sin duda es una gran noticia. En definitiva delata el estado de debilidad del prusés, cada vez más crítico. Cuando un líder se siente fuerte, al frente de un movimiento sólido, se rodea de lo mejor. Es el momento de la meritocracia, de convocar a las mejores inteligencias. Cuando hay que recurrir a tipos duros, a soldados o a apparatchiks más o menos descerebrados, eso siempre delata la deriva. De hecho es lo que suele suceder en los regímenes totalitarios –como Cuba, por citar el más característico de esta época– que comienzan confiando en los ideólogos y acaban confiando en la policía.