El relato del fracaso del 1-0

EL MUNDO 20/07/17
TEODORO LEÓN GROSS

El periodismo es, parafraseando a Chesterton, informar del nombramiento de Pere Soler a gente que no sabía que Pere Soler estaba vivo. Hasta ahora, sólo había sido un desconocido con cuenta de Twitter, un agitador mendicante que usaba su tuits para dar rienda suelta a exabruptos –del nivelito de «los españoles me dais pena»– y hacerse un CV a la medida de los asshunters del prusés. Así pues, hay que celebrar la noticia de su nombramiento. Sin duda es una gran noticia. En definitiva delata el estado de debilidad del prusés, cada vez más crítico. Cuando un líder se siente fuerte, al frente de un movimiento sólido, se rodea de lo mejor. Es el momento de la meritocracia, de convocar a las mejores inteligencias. Cuando hay que recurrir a tipos duros, a soldados o a apparatchiks más o menos descerebrados, eso siempre delata la deriva. De hecho es lo que suele suceder en los regímenes totalitarios –como Cuba, por citar el más característico de esta época– que comienzan confiando en los ideólogos y acaban confiando en la policía.

La promoción de Pere Soler es una señal de la debilidad de un proceso que va quemando etapas hacia el fracaso con estropicios aún por ver. Su antecesor hablaba de la legalidad como prioridad; y él está ahí para defender la militarización sectaria del cuerpo. No han buscado a un fino estilista, sino a un patán con pocos escrúpulos. La salida con Albert Batlle de tres consellers–la portavoz Neus Munté, Jordi Jané en Interior y la titular de Educación, además del secretario del Govern, Vidal de Siurana– a cambio de soldados del referéndum es muy reveladora. Ha quedado atrás el marketing seductor y tocan a rebato. Pero a medida que se atrincheran en el sectarismo con los fieles más radicales, van perdiendo la conexión con la sociedad. Identificarse con el prusés resulta cada vez más restrictivo. Lo de Roca es sintomático del hartazgo incluso en el nacionalismo moderado. Más que desconectarse de España, se están desconectando de su sociedad civil.

La diferencia de Cataluña con Canadá o Reino Unido no es sólo una consulta ilegal, sino el espíritu de la consulta: aquí no se convoca a la sociedad sino que se ha movilizado y subvencionado a la mitad de la sociedad para arrinconar a la otra mitad con un discurso entre buenos y malos catalanes, esos sospechosos de filoespañoles que tanta pena dan al nuevo capo de los Mossos. Han roto Cataluña, y la recomposición –una vez que agoten la huida hacia delante del referéndum– será complicada. De momento hay indicios de que ya se trabaja en el relato: toda su intelligentsia (sic) va de tertulia en tertulia paseando la teoría de que el referéndum no es el problema sino un síntoma del verdadero problema político de fondo, cuya responsabilidad es del Gobierno central. De vuelta al victimismo, ya se vislumbra la idea fuerza de dar una solución a Cataluña, desde el federalismo asimétrico a las quitas de deuda, con un tema central: la culpa ha sido del PP. Irene Montero de hecho acaba de achacar la dimisión del jefe de los Mossos a «la persecución del PP». Está empezando a construirse el relato del fracaso del 1-O. El relato ventajista del 2-O.