Iñaki Viar-Editores

25 de setiembre de 2023

Un sentimiento de inquietud de intensidad variable, según cada sujeto y sus circunstancias, nos embarga a muchos ciudadanos españoles. La situación política es ciertamente preocupante respecto al destino de nuestra democracia. La perspectiva de posibles cambios legales e institucionales que pueden modificar gravemente nuestro ordenamiento jurídico y afectar a nuestra convivencia política no. producen un malestar que afecta a todos. Incluso a quienes lo niegan y se expresan con contento respecto a los cambios anunciados. El temor no reconocido es un elemento distorsionador de la consciencia y que se traduce con frecuencia como agresividad: defenderme de mi propio miedo.

Compleja situación la que vivimos. No hablo solo del temor lógico ante posibles cambios transcendentales en nuestra situación política y de los que

podemos leer todos los días. Me refiero a un temor añadido que causa estragos en amplios sectores de la sociedad española, y también se va generalizando por el mundo occidental. El temor a lo que se ha venido en llamar la “cancelación”.  Con el nombre que han inventado sus propios promotores en EEUU, y que tiene resonancias fúnebres: cancelar vidas profesionales, artísticas, intelectuales…

Este temor no tiene la misma resonancia que el temor por la situación política, aunque sus efectos sociales son inmensos y opera desde hace ya varios años, algo que es ampliamente conocido.

Es este un temor que se difunde por los capilares de nuestro sistema social.

Se dio a conocer, al igual que en Norteamérica primero en las universidades y luego se fue extendiendo por toda la sociedad, y condiciona cada vez más la actuación profesional, los comportamientos sociales y, también privados.

Un discurso potente construye víctimas y decide culpables. La condición de víctima ha adquirido un estatus privilegiado. Es profundamente temido porque puede acarrear perjuicios inmensos en cualquier campo de la vida social.

Los jóvenes psicólogos, profesores se autocensuran para no ser denunciados por sus alumnos. Es como sabemos el pensamiento woke, cuya mejor traducción es “estate alerta”. E incita a detectar a todos los que no mantienen ideas políticamente correctas.  Es un nuevo   credo totalitario. Los profesionales de muchos ramos se callan. No pueden afrontar el riesgo que ser “cancelado”. Los discursos sectarios que se propagan desde múltiples instancias. En España desde el propio gobierno.

Yo considero que el juicio a la “manada¨ de Pamplona, fue un ejemplo de linchamiento con modos inquisitoriales, del que la gente no se atreve a debatir. Aunque la democracia permite criticar las sentencias judiciales. En aquél momento los medios de comunicación se callaron por el miedo que se  creó en todo el país.

En realidad, fue el comienzo de llevar adelante la eliminación de la suposición de la inocencia en los hombres. Sabemos que es un movimiento enloquecido, pero nadie encuentra el medio para atajarlo. En manos de el gobierno que se nos prepara y de la política que está dispuesto a llevar se crea una peligrosa conjunción entre la inseguridad jurídica buscada y la amplia acción social totalitaria que nos vigilará a quienes queremos seguir escribiendo y enseñando libremente. Este remolino de temores nos está ya atenazando.