Tonia Etxarri-El Correo

Ni leyó la cartilla a quienes vulneraron la Constitución (y ahora manejan el timón de la gobernabilidad de La Moncloa) hablando de «deslealtades inadmisibles» como hizo en su potente y polémico discurso del 3 de octubre de 2017, ni hizo mención a quienes le plantan sistemáticamente en rondas de consultas o sesiones solemnes de las Cortes. Felipe VI, con su apelación insistente a favor de la unidad, la cohesión, la revalorización de la Transición y la defensa de la Carta Magna, dejó en evidencia su preocupación por el futuro político de España. Con su tono sobrio, contenido y sin concesiones, dibujó un panorama grave al pedir que nuestras instituciones dejen un legado de solidez y unidad. Porque hoy por hoy no tenemos ese clima de convivencia. El recién investido Pedro Sánchez ha anunciado su intención de levantar un muro para resucitar el enfrentamiento guerracivilista de las dos Españas. Justo lo contrario del discurso integrador del monarca, Sánchez ubicará al otro lado de su muro a todos los que no le siguen y aplauden. Malos tiempos para la crítica.

Sánchez se ha dejado aupar a la presidencia por los enemigos de la Constitución que este Gobierno dice defender y se descalifica a quienes lo denuncian. Esa España cohesionada, unida, sólida y alejada de los enfrentamientos a los que apeló ayer el Rey se va difuminando en esta legislatura recién estrenada.

Los socios de Sánchez (todos menos el PNV) volvieron a plantar al monarca y emitieron un comunicado conjunto para insultarle como si fuera un heredero del dictador Franco. PP y Vox no aplaudieron el discurso de la anfitriona de la Cámara baja al considerar que se había extralimitado en su papel. «No es la diputada Armengol, es la presidenta del Congreso», protestaban después de haber escuchado su defensa explícita de los pactos del PSOE con los secesionistas. La tercera autoridad del Estado no debe hacer un discurso partidista. Y a Patxi López, cumpliendo con su papel, le parecía «impresentable» y «carente de sentido institucional» que PP y Vox no hubieran ovacionado a Francina Armengol. No le mereció ningún reproche, sin embargo, el boicot con comunicado de sus socios independentistas contra Felipe VI ni tuvo nada que decir de la huelga de aplausos de Podemos con el Rey.

Esta va a ser una legislatura en la que se aprobará una ley de impunidad (amnistía) en las Cortes para favorecer a los delincuentes del ‘procés’ y que deberá ser sancionada por el Rey. Lo importante no fueron los gestos de los aplausos, donde se pretende poner el foco. Lo esencial es que la Constitución no goza de buena salud porque la quieren deconstruir desde el propio Gobierno con sus aliados. Reivindicarla no es en absoluto «mirar atrás con nostalgia», como dijo Felipe VI.

Pero la actual situación del país va por otros derroteros. La primera reunión entre el PSOE y Junts, verificador internacional mediante, será en Suiza. El primer control al Gobierno será extraparlamentario. Una anomalía democrática de la que algunos se quieren beneficiar.