Juan Carlos Girauta-ABC
- Callado los ensombrece; imagínense si habla. Y eso que le miran hasta los puntos y comas
Sospecha el señor Iglesias que esta noche, tras el mensaje del Rey, se hablará en los hogares españoles de «Monarquía o República». Media España sostiene que en la observación hay mala idea. La otra media solo lo piensa. Le ven a don Pablo una propensión a ponerle al Monarca zancadillas. Nadie ignora su preferencia por la República, pero todo esto es chapotear en la superficie.
Lo sustancial aquí es, en primer lugar, la alta consideración en que el líder podemita tiene a los españoles, a quienes imagina cotejando las dos posibles formas de Estado mientras mordisquean el turrón. Ah, ojalá Iglesias tuviera razón, ojalá España estuviera a su altura y, en las mesas de cuatro o de seis, los hijos
presentaran las ventajas de la República. Que expongan los diferentes tipos de forma de gobierno dentro de esa forma de Estado, que desgranen las diversas maneras republicanas de organizar el poder territorial y, como colofón, que glosen la triste historia de las dos repúblicas que España lleva en su mochila.
Ojalá, a su turno, subrayaran los padres que entre las sociedades más prósperas y libres del mundo hay una mayoría de monarquías. En fin, si Dios quisiera, law sha’a Allah, ojalá. Pero resulta que los seguidores del señor Iglesias tienen, entre sus más singulares aportaciones al imaginario, una exitosa caricatura de la familia española, en cuyas celebraciones aparecen indefectiblemente cuñados estúpidos, pesados e ignorantes. Difícilmente se va a poder mantener una conversación constructiva con ellos. Y así no hay manera de alcanzar un nuevo consenso a favor de la República que avance ajeno a las instituciones, que brote del núcleo familiar, como el tercio aquel de los procuradores en Cortes. Un clamor republicano que nazca en los hogares, al calor del fuego de la clase media, con regusto a Freixenet y Campofrío.
Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse: ¿queda clase media? ¿Qué papel jugarán los cuñados, esos necesarios personajes de la cultura popular española del siglo XXI? Es posible que, dadas las restricciones de la peste, estas sean las únicas Navidades sin cuñados, y por eso el vicepresidente, con su proverbial sentido de la oportunidad, haya visto aquí la ocasión de oro para deshacerse de Felipe VI, cuya sola presencia en un acto público es una descalificación radical del sanchismo. Callado los ensombrece; imagínense si habla. Y eso que le miran hasta los puntos y comas.
Acojámonos de momento a esta certeza: en los hogares españoles hay españoles, no estudiantes de Políticas estabulizados, y a los españoles no les interesa el debate Monarquía-República. Bueno, interesa a un 0,3 %. Advirtamos, con todo, que cuando Maragall y Mas empezaron con la matraca del la reforma del Estatut, solo a un 0,4 % de catalanes le importaba algo el tema. Quiero decir que el poder político es muy bueno creando problemas donde no los había.