Eduardo Uriarte-Editores
El Rey Sol era perfectamente consciente de que su poder absoluto dependía de los enfrentamientos solapados, de las tensiones, que existían entre los grandes y poderosos de la nobleza. Sobre esas tensiones se erigía él como poder soberano, como fiel de la balanza, que permitía la paz en su reino. Luego. estaba, además, la legitimidad que le otorgaban el papado y la jerarquía eclesiástica, cuyos súbditos, feligreses a la vez, eran conducidos por un clero fiel a la divinidad real. La estructura del poder en la España actual, si quitamos lo de la Iglesia, no se crean que es muy diferente.
Sánchez juega con las contradicciones existentes entre todas las fuerzas políticas, se apoya incluso en las que quieren destruir el sistema político, y gusta de teatralizar gestos para encubrir el débil apoyo democrático -el presidente menos votado de toda la historia democrática española- que le prepara su activo gabinete de propaganda. El Rey Sol también hacía eso. Cuando la hambruna le quitaba popularidad, sus chambelanes le preparaban unos pasos de baile ante toda la corte en la explanada de Versalles. ¡Oh!, el rey ha bailado, y el eco de la corte llegaba al populacho. Esa cursilada servía para aguantar en el poder, aunque tuviera claro que después de él viniera el diluvio.
Sánchez, necesita estas apariciones, quiere ser rey absoluto en lugar de primer ministro, pues repele los contrapoderes de Montesquieu, ama el decreto ley, consigue el estado de alarma más largo conocido a riesgo de su inconstitucionalidad. Aunque luego, como hacían también los reyes absolutos, deje en manos de los barones de los territorios aguantar la gestión de los problemas. Así, si las cosas van mal, el pueblo le echa la culpa al virrey o al noble del lugar, y sigue creyendo en la bondad del rey nuestro señor. A la vez, se pone a caldo todo lo que tenga que ver con la Corona, con la de verdad, con la constitucional, mientras Sánchez sigue el modelo del Rey Sol. Y no le va mal, pues en el cambio generacional producido, la juventud de apariencia rebelde camina a marchas forzadas hacia el servilismo. Que es lo políticamente correcto.
Lo de conducir la apisonadora aplastando las armas de ETA y el Grapo en las instalaciones de la Guardia Civil -auténticos protagonistas en la derrota de ETA- no deja ser algo parecido al baile del Rey Sol, aunque con un toque de sarcasmo berlanguiano, El único vehículo que se detiene en Villar del Rio es una apisonadora, que nada tiene que ver con la llegada de los americanos que tanto bien y felicidad iban a traer a los ingenuos habitantes del pueblo. Que no, dicen los operarios, que ellos no son los americanos, que ellos están para arreglar los baches. Como se sabe, los americanos pasaron de largo, otra vez la frustración dulcificada por la lírica española: viva tu madre, viva tu tía.
La apisonadora como símbolo de frustración, porque seguro que los que idearon el acto simbólico de la destrucción hubieran esperado otras formas de hacerlo. Pero ya se sabe, déjale a un publicista un acto serio y te monta el circo americano. Al final el acto no sirvió ni para el relato de la derrota de ETA, ni para dignificar la memoria de las víctimas del terrorismo, ni para ensalzar el sacrificio de las fuerzas de seguridad, sino para ver al Rey Sol conducir una apisonadora. La apisonadora de berlanga, frustración, ocasión perdida y desunión. Hubiera sido mejor en un tractor amarillo.