LIBERTAD DIGITAL 13/04/17
PABLO PLANAS
· Si el Gobierno no sale en ayuda de estos pavos con alguna notoria margallada, lo mismo la locomotora separata del choque de trenes se desintegra.
Una de las características del presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, es que carece por completo de sentido del ridículo, de modo que no le afecta la manida conseja de Tarradellas de que en política se puede hacer todo menos el ridículo. Puigdemont es tan extravagante como exiguo, notas que se acentúan en compañía del colega Romeva, con quien recorre el planeta para avisar al mundo de que la república catalana está al caer.
A Puigdemont y Raül Romeva, que lleva una tarjeta que reza «minister of Foreign Affairs, Institutional Relations and Transparency», les importa una higa que no les reciba ni el conserje de la aduana porque van en «business» y paga el pueblo. Dos veces en dos semanas se ha cruzado el charco Puigdemont. La primera vez para visitar museos y la segunda para entrevistarse (en teoría, porque fotos no hay) con Jimmy Carter, entrañable fósil del último tercio del siglo XX.
El president también recibe a domicilio y ha conseguido que el peculiar congresista republicano Dana Rohrabacher le dé cuartelillo. El dicho Rohrabacher es un tipo de largo recorrido, partidario de la legalización de la marihuana, socio de la Asociación Nacional del Rifle, amigo de Putin y de las noches blancas. Como Puigdemont es inexplicable sin la CUP y el Gobierno del PP, Rohrabacher iba a reunirse con el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, tras haber sido agasajado por el presidente regional. No hubo tal. El congresista cenó el domingo en Barcelona con Puigdemont, Romeva y Junqueras y después no se sabe muy bien lo que ocurrió, pero los servicios diplomáticos estadounidenses advirtieron a Moncloa el lunes por la mañana de que no esperaran a mister Rohrabacher ni sentados porque había sufrido una «trasnochación» barcelonesa.
Toda esta peripecia, plantón a Dastis incluido, ha terminado con una nota de la embajada de los Estados Unidos en la que se brinda por una España «unida y fuerte», se sostiene que «Cataluña es un asunto interno» y en consecuencia se desautoriza la «doctrina» del congresista Rohrabacher, de quien se desconoce si en estos momentos se está fumando un porro, pegando tiros o ambas cosas a la vez.
Por lo demás, Junqueras, arquitecto del referéndum, se niega a dar órdenes por escrito ante el riesgo de inhabilitación, la convergente Munté critica a la republicana Rovira por destapar que se pretende utilizar a los parados para montar la consulta, el baranda de Omnium se mete con la diputada de ERC por dar pistas, el de la ANC pide que se vayan todos, los consejeros esquerranos conspiran contra los pedecatos, un eurodiputado convergente compara la sentencia de Mas con la sanción a Neymar y se suceden las citas secretas. Si el Gobierno de Mariano Rajoy no sale en ayuda de estos pavos con alguna notoria margallada, lo mismo la locomotora separata del famoso choque de trenes se desintegra por sí misma instantes antes de alcanzar el punto de impacto.