Ser comunista con iPhone

LIBERTAD DIGITAL 13/04/17
CRISTINA LOSADA

· ¿Por qué no renombra Garzón a su partido y lo llama Partido Comunista? Si es tan guay el comunismo, puede recuperar tranquilamente el nombre del PCE.

Con este título, Ser comunista hoy, está haciendo Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, una gira de conferencias que espera sacar provecho de la coincidencia de algunos aniversarios, como el centenario de la revolución rusa, la de octubre que era noviembre. Yo, que he visto treinta minutos de una charla y no más, porque, lo siento, me aburría, le he oído decir a Garzón que el título era una provocación. Y lo es: «ser comunista hoy» lleva implícito que ser comunista era de ayer, cosa provocadora cuando viene de quienes se consideran comunistas. No habría necesidad alguna de intentar actualizarlo si tuviera actualidad. Pero el comunismo sólo tiene pasado. Ese pasado es el principal asunto del comunismo hoy.

No esperaba que Garzón explicara qué era el comunismo con un repaso a cómo se encarnó allí donde se hizo con el poder y fue capaz de mantenerlo, siempre a través de una represión implacable. Pero lo que no esperaba en absoluto es que explicara qué era el comunismo con trivialidades como «el comunismo es un cuestionamiento social» o «el comunismo es un instrumento para mejorar la vida de la gente.» Los comunistas no mataron a millones de personas, ni murieron tampoco muchos comunistas, por unas ideas tan blandiblú, que pueden estar en boca de cualquier político de medio pelo. Creo que lo primero que habría que hacer, aprovechando los aniversarios, es explicarles qué es el comunismo a los que hoy dicen que son comunistas.

Tiene gracia que, a fin de actualizar y modernizar el comunismo, Garzón vaya diciendo en esas charlas que «se puede ser comunista y tener un iPhone». Tiene gracia, maldita la gracia, porque bajo el comunismo jamás se hubiera inventado ni producido un iPhone. Hubo, hay todavía, regímenes comunistas que descollaron en la fabricación de armamento –nuclear, por ejemplo-, pero los bienes de consumo quedaban muy lejos de su capacidad y de sus propósitos. A lo peor a Garzón, pese a que es economista, se le ha olvidado que en los Estados comunistas fallaba hasta la producción y distribución de alimentos, que el desabastecimiento era crónico, que no había o escaseaban los elementos básicos para una vida en condiciones… salvo que uno perteneciera al Partido, a la élite. Fue por todo eso, y algunas cosas más, que al final no quedaba prácticamente ningún comunista en los países comunistas. Todos los comunistas estaban fuera: en el capitalismo que denostaban.

La fe sólo sobrevivió alejada de la realidad. De su realidad. Quienes hoy quieren vindicar aquella ideología se ven obligados a tomar la misma distancia. No queda otra que reconocer que hubo crímenes, pero, como dice Garzón, fueron crímenes «en nombre del comunismo». No del comunismo. Ni el gulag ni la revolución cultural china ni el genocidio camboyano ni otras muchas barbaridades son «culpa» de la ideología, sino de unos cuantos locos que aseguraban que eran comunistas, pero interpretaron mal los textos sagrados. Unos que usurparon el nombre cometieron los crímenes. Eso es todo. Y ya que hablamos del nombre de la rosa, tengo una pregunta. ¿Por qué no renombra Garzón a su partido y lo llama Partido Comunista? Si es tan guay el comunismo, puede recuperar tranquilamente el viejo nombre del PCE que quedó subsumido. Total, ya ha hecho que desapareciera, en su coalición electoral con Podemos, el nombre de Izquierda Unida.