Del Blog de Santiago González
La primera secuencia de Ciudadano Kane muestra al protagonista musitando ‘Rosebud’ en el momento de expirar, mientras deja caer una bola de cristal con paisaje nevado dentro. El significado de ese testamento vital solo se revela para el espectador cuando unos operarios echan al fuego el trineo con el que jugaba de pequeño, en el que aparece pintada la palabra. La soledad del poder y el dinero, la infancia añorada y todo eso. En realidad, el mcguffin de la película era una broma de Orson Welles. Él bautizó el trineo con el nombre que William Randolph Hearst, Charles Foster Kane en la película, daba en sus juegos de alcoba al sexo de su amante, la actriz Marion Davies. Rosebud significa en inglés ‘capullo de rosa’, y el asunto llegó a conocimiento de Welles al parecer por una indiscreción de peluquería de la dueña del rosal.
La flor es metáfora recurrente a la hora de citar el sexo. Neruda lo describía en su poema ‘Sexo’: “una eléctrica flor, la florhambrienta y pura del deseo”. E insistía en ‘Cuerpo de mujer’: “Ah, las rosas del pubis, ah, tu voz lenta y triste”. No hace falta recordar la acepción segunda del verbo desflorar en el diccionario de la RAE. Hay veces en que la metáfora se acerca al lenguaje estrictamente descriptivo. La abogada de Pablo Iglesias y Dina Bousselham, se llama Marta Flor, que es nombre como de heroína de culebrón, de la que hemos sabido algunas cosas turbadoras: que tenía una relación íntima con el fiscal de la causa, Ignacio Stampa, a quien en la privacidad del chat de ‘Podemos’ llamaba ‘Ironman’. El abogado jefe de Podemos, José Manuel Calvente, apartó a la abogada del equipo hace nada menos que ocho meses entre otras razones por “anteponer sus relaciones íntimas con el Fiscal de un asunto importante de anticorrupción a su trabajo como abogada del partido como acusación popular dentro de ese asunto”. También por “una presunta manipulación de los resultados de las votaciones internas” o “una vulneración del secreto del voto en las consultas internas”.
Marta Flor reaccionó acusando a Calvente de acoso sexual, lo que junto a la investigación de los asuntos citados determinó su caída, mientras ella presumía de su estrecha relación con el fiscal picaflor, acertada denominación que le impuso ayer el director de este diario en su página dominical. “Prepararos (sic) para la boda”, llega a decir ella en un chat en abril, aunque hace unos pocos días matizaba: “quizá he sido muy bocazas y he dado a entender lo que no es”. Es el primer caso que conozco de una mujer que se jacta de beneficiarse a un tío. Normalmente la cosa es al revés: suelen alardear los machirulos, cosas del heteropatriarcado, las chicas son discretas.
Una relación íntima entre un fiscal y la defensora en una causa la contamina y perjudica. Ironman debería haberse apartado del caso. Pero la cosa no termina ahí. Marta Flor Núñez transmitía a sus socios de Podemos datos de una pieza secreta antes de que esta fuese abierta por el juez. El juez García Castellón ha empezado a mosquearse desde que se hizo cargo del tema y dictaminó que la abogada no podía representar a los dos, orden que se pasó por la taleguilla, cambiando él de defensa pero manteniendo a Dina bajo el control de Marta Flor.
No sé qué diría Pablo Olvido Iglesias Turrión en trance tan postrero como el arranque de Ciudadano Kane, que yo le deseo lo más lejano posible, ojo, pero su rosebud podría ser la tarjeta de Dina. El lector pensará que es una analogía exagerada y tendrá razón. Comparar a este tuercebotas con Hearst y a la pobre Dina Bousselham,-qué catálogo de respuestas ofreció al juez, madre mía-, con Marion Davies, una actriz que, además de ser guapa, llegó a trabajar con Raoul Walsh, King Vidor y Mervyn Leroy, es un remake de Ciudadano Kane realizado por Mariano Ozores, con el casoplón de Galapagar haciendo de Xanadú de medio pelo, en plan quiero y no puedo. Y la fiscal general, ¿qué pensará de esto?