Ha sido un bombazo en Tiktok. ‘La técnica del salchichón’ lo llama Guerra, el procedimiento empleado por Sánchez para demoler la Transición. Una rodajita los indultos; otra, la sedición; después, la rebaja de la malversación; ahora la amnistía, seguida de la rodajita de la autodeterminación con su referéndum y así hasta que se lo hayan zampado entero. Un masajeo cerebral a una sociedad con las neuronas en estado de catalepsia. «Esta amnistía es la condena de la Transición, y me rebelo contra eso, no lo voy a soportar», confesaba el del ‘tahúr del Misisipi’, pobre Adolfo, este jueves en lo de Herrera.
La revuelta de los ‘abueletes’, como le dicen en Ferraz, ha ocupado unas esquinitas de la actualidad de la semana. En abierta competencia con los ósculos rubiales de Yoyoyolanda al fugitivo de Waterloo. Las quejas de la banda de Felipón tienen menos recorrido que la ministra Llop en un concurso de miss Sympathy. El sanchismo, sabido es, controla el aparato, el partido, los medios, la mitad de los jueces, a todos los fiscales (¿de quién narices dependen?), y a las futbolistas de la selección. ¿Qué se puede contra eso?
El Rey enarcaba sutilmente la ceja y el presidente del Supremo, Marín Castán, (que si se lee de corrido suena a tiempos pretéritos) obvió referirse al único tema jurídico que realmente preocupa
Al menos han roto a hablar, que parecían la pandilla de los muditos esperando la merienda de pan con Vitacal. Han abierto la boca, han presentado un libro (el de Arrrrfonso) y han clamado contra los biquiños de la vice con el golpista prófugo, contra la amnistía que viene y demás aberraciones legales que prepara el narciso de la Moncloa. El más ingenioso ha sido Virgilio Zapatero, y su fábula del perro y el oso. Hubo de explayarse el exministro de Justicia Tomás de la Quadra-Salcedo, inopinadamente sanchista, en sendos paginones de El país para justificar que la amnistía puede tener justificación legal, aunque el argumento pueda ofender. La honradez ética ha corrido a cargo de Redondo Terreros, quien anuncia que abandonará el partido. Así sea.
Sobre el cielo de las Salesas sobrevolaban este jueves, en la ceremonia de apertura del año judicial, densas bandadas de constitucionalistas carroñeros, agitando sus alas pringosas con argumentos en pro de la voladura la madre de todas las leyes. El Rey enarcaba sutilmente la ceja y el presidente del Supremo, Marín Castán, (que si se lee de corrido suena a tiempos pretéritos) obvió referirse al único tema jurídico que realmente preocupa.
-No era el lugar ni el momento, cacarean los leguleyos entogados.
-Entonces, ¿cuándo?.
-Es que Marín está en funciones y no era cosa de que…
Vistas así, mejor que se hubieran ido todos a casa porque en la mesa presidencial, salvo el Monarca, todos eran interinos. El Gobierno, el titular del CGPJ, el Fiscalín de Tarascón (prohijado de Lola la de Garzón)… España es un país en funciones a punto de saltar por los aires.
Eso mismo proclama ahora Guerra y desde las filas de su partido le llaman fascista y dicen que es de Vox. Quizás no se han enterado de que sigue defendiendo a Largo Caballero
«Ni entra en nuestros planes, ni está en la Constitución», aseveraba Sánchez, con esa circunspección de concejal de izquierdas, en noviembre de pasado año. Eso mismo proclama ahora Guerra y desde las filas de su partido le llaman fascista y dicen que es de Vox, aunque sigue defendiendo a Largo Caballero. «No era la revolución, era la libertad’, proclamaba el ‘Lenin español‘, esa bestia parda al que una estatua rinde aún memoria en la Castellana.
Sánchez es un producto de los sociatas del inserso, esa pandilla dolorida que ahora acaba de despertarse y de caer en la cuenta de que ese pendejo tan estirado era un peligro para sus siglas y para la España democrática. Y lo quieren frenar, aunque saben que es imposible. Pudieron hacerlo en su día, cuando la Ejecutiva tamizó las verdaderas razones por las que lo separaron de la secretaría general. Aquel episodio de la urna trucha y las papeletas falsas deberían haber propiciado su expulsión inmediata del partido y su viaje a los infiernos de la política. No fue así. Se lo tragaron con patatas. El gran tramposo ganó las primarias, echó a Rajoy del Gobierno (mediante una sentencia fake), pactó un Gobierno con comunistas, aligeró mediante indultos la carga penal de los sediciosos catalanes, acomodó en las cárceles peneuvistas a los asesinos etarras, persiguió a los empresarios, a los jueces indómitos, a los medios independientes, y los padres fundadores del puño y la rosa contemplaron tales prodigios en silencio y sin rechistar. Estaban a lo suyo. Golosos consejos de Administración, conferencias bien pagas, compromisos internacionales, pensiones doradas…
«No me resigno»
Ahora, la banda del salchichón de Guerra se queja. Les escuece que aquel aventurero sin escrúpulos saliera de sus filas y ascendiera silbando sobre sus cabezas. «Lo que está pasando ahora es la derrota de mi generación», lagrimea el que fuera número dos del tinglado sociata. «No me resigno», añade, parafraseando a Esperanza Aguirre. ¿Y? «Me costó mucho votar ahora al PSOE», arguye González. «Lo voté, pero tapándome la nariz», reconoce Guerra. «Es mi partido, lo refundé», argumenta a coro la pareja sevillana. «Llega el momento de votar y cojo la papeleta del PSOE», confesaba Belloch, aquel biministro, luego de encumbrar a Sánchez en el top del peor presidente del Gobierno de la Historia.
Este 23-J ya era sabido que el gran tótem del progreso iba a pactar con Bildu y demás golpistas periféricos. Iba a repetir y ampliar sus pasos en contra del edificio constitucional, el Estado de Derecho y los acuerdos de la Transición. Todo eso se sabía, pero lo votaron. Ahora pasean sus quejas por los platós, y se dan golpes de pecho hipertrofiados. Quejarse es una actitud noble si antes no hubo comportamiento innoble. Le entregaron su voto a su partido, sí, pero también, y muy principalmente, a Sánchez, el gran favorecido, a sabiendas de lo que es, lo que representa, lo que ha hecho y lo que hará. Sin duda, y de momento, seguro que tiene tres o cuatro ideas sobre lo que Guerra puede hacer con su salchichón (de Vic, un suponer). Seguro que lo peta en el Tiktok.