El sanchismo en la trinchera

Ignacio Camacho-ABC

  • Sánchez no caerá sin causar estragos. Y no pequeños a tenor del desparpajo con que asalta las estructuras del Estado

Reducir el terremoto andaluz a una bofetada popular contra Sánchez es una falta de respeto al hombre que ha ganado las elecciones. Las mayorías sociales no se consiguen sólo a base de rechazo y de estimular el voto como una pedrada contra la facción adversaria. Tanto Ayuso como Moreno –’memento mori’, Juanma– han conseguido las suyas gracias a una gestión capaz de reunir la aceptación de muchas capas ciudadanas. Y ambos estaban ya en el poder, importante factor a la hora de generar confianza. El hecho de que hayan alcanzado el éxito con métodos y estilos distintos, casi opuestos, demuestra el valor esencial del trabajo bien hecho más allá del marco o la forma en que cada cual envuelva su modelo.

Hay un claro desplazamiento sociológico hacia la derecha como consecuencia del desgaste del Gobierno, pero éste no va a desplomarse por su propio peso: es necesario que la gente perciba un nuevo proyecto sin riesgo para sus intereses concretos. Para que ese proceso cuaje a escala nacional falta un cierto tiempo. Por liquidado que pueda parecer, el presidente está resuelto a atrincherarse hasta el último aliento. Y dispuesto, como ha demostrado esta semana en el asalto simultáneo al Tribunal Constitucional, a Indra y al Instituto de Estadística, a alterar en su beneficio las reglas del juego, ocupar empresas públicas a toda ‘Prisa’ o modificar sus propias reformas legislativas para doblarle el pulso a la cúpula de la Administración de Justicia.

En todo caso el sanchismo no caerá sin causar estragos. Y no pequeños ni leves a tenor del desparpajo con que en este mandato ha removido a su antojo las estructuras del Estado. El clásico recurso a la espiral de gasto amenaza con dejar el Tesoro exhausto y a una o dos generaciones endeudadas para muchos años, sin garantías de que funcione como freno o paliativo del remonte inflacionario. Sin embargo, aunque los problemas económicos puedan, con mucho esfuerzo y sufrimiento, llegar a ser corregidos, el daño más grave de este ciclo es de carácter político: consiste por una parte en la deconstrucción de los mecanismos de equilibrio del sistema y su sometimiento al servicio de la arbitrariedad y el ventajismo, y por la otra en la renuncia a cualquier atisbo de consenso para sustituirlo por una estrategia de institucionalización del conflicto. Esa tendencia frentista y marrullera va a ir a más en los once meses que restan para las municipales, que por su carácter general servirán para medir la verdadera dimensión del declive –o del aguante– de Sánchez. Una derrota en esos comicios sí abriría ya una brecha insalvable. Pero hasta entonces tiene margen y lo veremos movilizar todos los recursos a su alcance: legislativos, ejecutivos, financieros, propagandísticos, clientelares. Una inmensa maquinaria electoral en formación de combate y sin remilgos para llevarse la independencia de poderes por delante.