RAMÓN PÉREZ-MAURA-EL DEBATE
  • En España siempre se ha perdonado las faltas que tienen que ver con la carne, bastante las que tienen que ver con errores políticos cometidos en el pasado. Lo que nunca se ha perdonado es robar. Y en el caso que nos ocupa, al robo se le añade el agravante de hacerlo a costa de una pandemia que dejó España cual erial
Malos tiempos para la lírica sanchista. Ésta ha sido una semana catastrófica. Arrancó con los magros nueve escaños en las elecciones gallegas frente a los 40 del PP –y los 0 de los filosanchistas de Sumar–. Siguió con la humillación de Sánchez viajando a la carrera a Rabat a ver al Rey Mohamed y volviendo como se fue. Las fronteras siguen cerradas en Ceuta y Melilla porque «es un asunto muy complicado» el abrirlas. Tan complicado que ya llevamos casi dos años buscando el mecanismo. Pero todo lo que España cedió a Marruecos, como alterar la posición histórica sobre el Sahara a cambio de nada debía ser algo muy fácil de hacer cuando es Sánchez, por su forma de actuar, el verdadero «sultán» del caso que nos ocupa. Y el mismo miércoles, mientras Sánchez estaba en tierras africanas, estalló el caso Koldo que nos va a dar grandes tardes de gloria. Se admiten apuestas.
Aquí se ha cruzado una barrera que puede hacer que hasta los votantes más ágrafos del PSOE –hay iletrados en el electorado de todos los partidos– digan que hasta aquí hemos llegado. Asuntos tan graves como la amnistía, aunque sea una flagrante muestra de desigualdad entre los españoles, a algunos votantes les parece que es algo que les pilla lejos. No digamos lo de pactar con Bildu que es heredera de la banda terrorista que mató a muchos socialistas. Socialistas, sí «pero no los conocíamos personalmente». Pero aquí se ha empezado a jugar el partido en otra liga. Aquí estamos hablando de robar, de forrarse a costa de los muertos de la pandemia. ¿Hay alguien que no conozca a una o varias personas, que no tenga un buen amigo que murió víctima de la Covid?
La trama Koldo, es decir, la trama Ábalos se forró a base de obligar a comprar sus mascarillas a ministerios y gobiernos autónomos controlados por su partido. Y la empresa que controlaba eso era la del hermano del guardaespaldas de Ábalos, Víctor Gonzalo Aldama, que ya el día de la Inmaculada de 2019 le dio una gran fiesta a Ábalos en el Wellow Restaurant, sito en Castellana 259 para celebrar su 60 cumpleaños. A mí me parece perfecto que celebrase su cumpleaños por todo lo alto. Tres años antes yo había celebrado mi 50 cumpleaños con una fiesta a la que invité a 250 personas. Creo que entre otras muchas diferencias con la de Ábalos hay una muy relevante: a él le pagó su fiesta Aldama, cabeza de la empresa que facturaba las mascarillas del caso Koldo, y hasta el último céntimo de lo que me costó mí cumpleaños, me lo pagué yo. Pero después de ver en lo que han derivado estas fiestas de cumpleaños, me cuidaré mucho de volver a dar nunca una. No vaya a ser que se crean que todos somos como estos.
En España siempre se ha perdonado las faltas que tienen que ver con la carne, bastante las que tienen que ver con errores políticos cometidos en el pasado. Lo que nunca se ha perdonado es robar. Y en el caso que nos ocupa, al robo se le añade el agravante de hacerlo a costa de una pandemia que dejó España como un erial, entre otras cosas por la pésima gestión que hizo el Gobierno y la reclusión a la que sometió a los españoles. Reclusión por la que fue condenado dos veces por el Tribunal Constitucional. Pero para Sánchez eso es como quien oye llover. Y mientras nos tenía recluidos, se estaban forrando.
La cuestión final es que como decía El Debate el pasado viernes en su editorial, es imposible que Koldo desarrollara esta trama sin la colaboración del Gobierno. Y si Ábalos movió los hilos para que gobiernos regionales y ministerios contratasen con su empresa, si Illa dictó una orden para que un funcionario incluyera al proveedor de Ábalos en el contrato de 2.500 millones de euros, la responsabilidad in vigilando de Pedro Sánchez es incuestionable. No basta con la renuncia de Ábalos a su escaño. Por algo cunde el pánico.