Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
El primer problema es aguantar. Para ello, Pedro Sánchez necesita el apoyo de ERC. Para que el apoyo se mantenga hay que hacer dos cosas: regar con dinero y transferencias a Cataluña y conseguir que Esquerra admita abandonar, o al menos posponer ‘sine die’, las aspiraciones independentistas para volver a la senda de la autonomía. Es decir, dejar de ser la tradicional ERC y convertirse en lo que era la tradicional Convergencia.
Eso solo será posible si el panorama político catalán no se agría aún más y los republicanos pueden desarrollar en la campaña electoral un discurso sosegado, basado en la gestión y no en la ilusión. Pero eso no está en manos ni de Oriol Junqueras ni de Pedro Sánchez, está en manos de los enloquecidos cálculos de Carles Puigdemont y la facción más arriscada de JxCat, que ha decidido dejar de ser la tradicional Convergencia y convertirse en lo que era la tradicional ERC. Total, un lío.
Supongamos que la cosa sale bien. Supongamos por un momento que el alucinado Carles Puigdemont y su enloquecido vicario Quim Torra permiten que ERC haga su discurso sin intentar segarle la hierba debajo de los pies. Si es así, tendremos Presupuestos Generales en el Estado y Pedro Sánchez habrá solucionado su primer problema, el que más le preocupa, el único que le interesa: seguir en La Moncloa. ¿El coste? De eso hablamos otro día.
Pero la solución al primer problema nos lleva directamente a enfrentarnos con el segundo, que ya ha empezado a asomar, incluso antes de que desaparezca la premisa inicial. La colaboración de ERC va a ser cara. Rectifico, va a ser muy cara, en términos de cambios a su favor en la financiación autonómica. ¿De dónde saldrá el dinero, ahora que el déficit público no permite alegrías? Ese es el segundo problema.
En cuanto se sepa lo que Cataluña obtiene, ¿cuánto tiempo cree que tardarán en aparecer las demandas para obtener lo mismo en, al menos, las comunidades con saldo negativo con el Estado? ¿Aceptarán Madrid y Baleares renunciar a lo que obtenga Cataluña? ¿Por qué razón iban a hacerlo? ¿Primaremos a quien tensa la cuerda sobre quien la sostiene pacíficamente? ¿Cundirá el ejemplo en León? ¿Lo recibirá bien el campo andaluz?
Aquí todo el mundo quiere más y todas las comunidades aducen agravios históricos y penalizaciones permanentes. El famoso sudoku autonómico que fue incapaz de solucionar Pedro Solbes será un juego de niños comparado con este de ahora. Las cosas han cambiado mucho y no ha sido a mejor.