Cándido Conde-Pumpido es un seguro a todo riesgo para el sanchismo. Él va a satisfacer las exigencias de amnistía de los golpistas catalanes, entre el alivio penal y la desjudicialización, ya había advertido la madre de los Pagaza hace 18 años que acabarían llamando a las cosas “por los nombres que no son”. Nicolás Redondo es más como Pilar Ruiz que como Patxi López, y advertía por todas las vías posibles en su tribuna de ayer que no confundamos esta martingala con la amnistía de 1977. El prófugo de Waterloo explicará mañana las condiciones que pone para permitir la investidura de Sánchez cuando fracase la de Feijóo. Exigirá la amnistía y el referéndum, claro, pero también pedirá interlocución directa, o sea, que los mandos del PSOE vayan a peregrinar a Bruselas tras pedirle audiencia. Sería cosa de enviar a Bolaños para que puedan volver a requisarle el móvil y cualquier otra humillación que se les ocurra.
Claro que tal vez ni siquiera haga falta, porque el presidente del Tribunal Constitucional puede acabar dando al PSOE el escaño que ganó en Madrid Carlos García Adanero, en contra del dictamen de la Junta Electoral Provincial de Madrid y el de la Junta Electoral Central y el fallo del Tribunal Supremo. Quieren recontar los votos nulos sin causa razonable, solo para ver si suena la flauta, pero para ayudar a la suerte ha encargado la tarea a una de la casa, la magistrada Laura Díez, que ha sido funcionaria de La Moncloa y de la Generalidad. ¿Puede una mujer que ha sido aupada a su cargo por el Gobierno socialista encargarse de la ponencia sobre un recurso planteado por el Partido Socialista al que pertenece? Dicen los medios que el Constitucional resolverá la adjudicación del escaño en liza antes de la investidura. ¿Todo atado y bien atado’ apostillaba con tino Xavier Pericay. A mí me parece que el asunto huele a prevaricación, pero ¿yo qué le voy a explicar al jurisconsulto Pedro Sánchez y al señor que reboza la toga en el polvo del camino, que lo saben todo?
Mientras, lo nuestro lo contaba con bastante acierto el Washington Post, que subrayaba el poder determinante que tienen en España los partidos catalanes separatistas, aunque solo tienen 14 de los 350 escaños del Congreso de los Diputados. Claro que menos escaños tienen los nacionalistas vascos que entre su versión cruenta y la incruenta solo suman once, pero se han venido arriba con el ejemplo de los catalanes; al fin y al cabo, ellos siempre han sustentado la extravagante idea de que es el Estatuto de autonomía el que pone límites a la Constitución, y no al revés.
Por otra parte, debemos considerar que Pedro Sánchez es el alma gemela de Luis Rubiales por la chulería que comparten. La razón de que ahora quiera obligarlo a dimitir y no durante las trapacerías que protagonizó junto a Piqué es el viejo principio de que no hay peor cuña que la de la misma madera. Sánchez no besó a Jenni Hermoso, pero reprodujo el gesto del directivo de llevarse la mano a la entrepierna, con dos matices: él no dedicó el gesto Vilda, que solo es el entrenador de las chicas, sino a todo el pueblo español. El segundo está en el empleo del posesivo y en la autorreferencia: él no diría ‘tus’, sino “olé mis huevos”.