DE ELGOIBAR a Ermua hay una distancia de 11 kilómetros aproximadamente. Un paseíto. De Eibar a Ermua, mucho menos. Hace 20 años, Carlos Totorica, alcalde de Ermua, hizo caminar a los ciudadanos que no podían resistir la rabia para no dejarse llevar por el impulso de contestar con la violencia a los intolerantes que eran conocidos y temidos en cada pueblo. También en Ermua, también en Elgoibar. Pero no fueron temidos durante aquellas horas en que la justa rabia podía al miedo. Cuenta el que sigue siendo alcalde en la localidad vizcaína que nunca les han perdonado el que fueran los primeros en rebelarse comunitariamente frente al miedo de ETA; aunque fuera de forma pacífica. Ermua fue un ejemplo que prendió como una yesca y eso les estigmatizó. Cuando llegó la calma, los vecinos sintieron el aliento de los proetarras en el cogote para que no siguieran por ese camino, para que se apagara la llama, para que eligieran pasar página y celebrar las fiestas, o lo que fuera, sin incomodar.
En 1997, los populares tenían siete concejales en el Ayuntamiento de Ermua. Hoy, tienen dos. Y los socialistas también han perdido peso político.
Arnaldo Otegi destaca habitualmente que es muy de su «patria chica», la localidad guipuzcoana de Elgoibar, ésa que queda tan cerca,a 11 kilómetros, del lugar donde vivía y donde fue secuestrado Miguel Angel Blanco, concejal del Partido Popular. En 1997, el PP tenía un concejal y ahora no tiene ninguno, por cierto. Los que pusieron la nuca, los escudos humanos de nuestra libertad languidecen políticamente en muchas localidades vascas y navarras y no es por casualidad. Son las secuelas de los largos tentáculos de la estrategia de persecución sufrida.
Elgoibar queda cerca de la playa donde Arnaldo Otegi pasó la tarde el día en que José Luis Geresta, Irantzu Gallastegi y García Gaztelu asesinaron al joven político vasco tras el chantaje de la organización terrorista al gobierno y a la sociedad española. Si la sociedad y los políticos democráticos se hubieran dividido sobre el chantaje, Otegi y sus amigos habrían abierto un nuevo espacio de juego político. Es, de hecho, lo que buscaba el secuestro y asesinato. Los pistoleros trabajaban en una estrategia para sus jefes políticos. Si la sociedad española se hubiera dividido, Otegi en lugar de ir a la playa a tomar el sol porque hacía muy buen tiempo, habría estado preparando cada maldad almibarada en la sede de su partido en San Sebastián o en Bilbao para hablar y enredar mucho.
Yo no sé si el concejal de HB Ibon Muñoa cumple o no condena todavía. Fue colaborador y cómplice para el secuestro y asesinato de su compañero de consistorio Miguel Ángel Blanco, pero pasó datos también del resto de concejales que les estorbaban. Ibon Muñoa facilitó la información de los nombres, domicilios, vehículos y horarios de Ramón Sánchez o Regina Otaola, entre otros, para facilitar los asesinatos como ha descrito estos días el gran periodista J. M Zuloaga en el diario La Razón. Ibon Muñoa era un agente voluntarioso que también dobló matrículas para ocultar las pistas de los coches que utilizaban los asesinos y los acogió en su casa todo el tiempo que necesitaron. Esto es parte de lo que se sabe y está probado judicialmente.
No es el único caso. Son muchos los concejales de Herri Batasuna que complementaban sus labores de alcaldes o concejales con las de colaboración con ETA. En algunos casos se incorporaban totalmente a la organización terrorista también como asesinos. Los líderes de aquel partido Herri Batasuna lo son del legalizado actual, EH Bildu. Arnaldo Otegi y el resto de dirigentes no dan la cara estos días, porque la impostura de las palabras que aparentan avances no colarían ante la imagen del mal absoluto representado en aquellos días que recordamos inevitablemente veinte años más tarde, porque han quedado en la retina de varias generaciones de personas y porque necesitamos contar a los más jóvenes la crueldad calculada con la que se golpeó y debilitó la libertad de conciencia en el País vasco y Navarra.
Escuchen el clamoroso silencio de los jefes de Herri Batasuna estos días. ¿Qué han dicho sobre el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco? El silencio de Arnaldo Otegi, el de Pernando Barrena, el de Rufi Etxeberria, el de Joseba Permach… son altamente significativos. Eran dirigentes políticos del entorno proetarra que nos perseguía entonces; y ahora, reconvertidos en jefes lobistas de los etarras presos, lo siguen siendo. No callan por despiste; es que estos días se notaría más la ambigüedad calculada con que eluden la gran cuestión de su responsabilidad sobre el pasado de persecución y asesinatos de los que éramos sus vecinos. Han mandado a un concejal para disimular en algún acto, pero no hay condena.
Los líderes de la actual formación lobista de ETA no se han jubilado de la política y es por ello que justo estos días son los que deberían haber sido catárticos para hablar por fin. Para afrontar con claridad ante todos los ciudadanos que ellos colaboraron activamente y diseñaron la estrategia de persecución hacia los que no pensábamos como ellos y nos atrevíamos a decirlo en voz alta. Una oportunidad histórica para afrontar con claridad que infiltraron el odio para tener cantera entre los niños y que no faltasen nuevos asesinos hasta hace pocas fechas. Una oportunidad histórica para la reparación política y para fundamentar el futuro de la democracia en la sociedad vasca sobre cimientos sólidos.
Deberían hablar con claridad de lo que acordaron hace más de 20 años en las sedes de su partido. Lo llamaron «estrategia de socialización del sufrimiento» para destrozar a los partidos constitucionalistas matando concejales, entre otros. El objetivo era someter y ablandar a los partidos constitucionales para que aceptasen sus palabras tramposas y sus marcos de debate como si fueran legítimas las imposiciones políticas para el fin del acoso.
Miguel Ángel Blanco no fue el único asesinado y muchos fueron los concejales que se vieron obligados a huir del País Vasco o a vivir fuera del País Vasco realizando cientos de kilómetros semanales para cumplir con sus obligaciones municipales. Hubo consistorios donde iban dimitiendo los concejales amenazados. Nada de esto pasaba por casualidad y Otegi, Pernando Barrena, Rufi Etxeberria o Joseba Permach nos deben algo más que una explicación. Y los jóvenes deben conocer esta realidad de terrorismo de nacionalistas vascos de clase media y alta en uno de los lugares más privilegiados de la Unión Europea.
LOS DIRIGENTES de la actual formación política han bloqueado la declaración institucional del Congreso de los Diputados sobre los días del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, sin grandes ruedas de prensa, con estocadas tramposas. También lo han hecho en algunas capitales relevantes del País Vasco. En realidad no han sido los únicos, pero esa es otra historia, para otro artículo.
Los lobistas de los presos de ETA no hablan porque no quieren condenar el pasado del que son responsables políticos. Y eso sí, la actividad política principal de su formación es preparar campañas de comunicación y marketing con los colores y sabores de la primavera, verano, otoño e invierno en favor de los terroristas de ETA.
Pernando Barrena, para evitar la cárcel, reconoció en 2016 su subordinación a ETA en el pasado. No se ha desdicho sin embargo del fondo de su estrategia para el posterrorismo. Señaló en 2007 que «los que hoy son considerados terroristas puede que mañana no lo sean. Depende de quien gane la batalla política». Hasier Arraiz, más recientemente, indicó: «No estamos dispuestos a rechazar y revisar nada de aquello. Reivindicamos lo que fuimos y lo que somos, lo que hemos hecho y lo que hacemos, como no puede ser de otra manera». Y añadió: «Lo que hay que combatir es que tengamos que reconocer que nuestra trayectoria ha sido una enorme equivocación, que ellos tenían razón y que nos integramos en el juego democrático que rechazamos hace 35 años».
Éste es el secreto veneno que sigue intoxicando la política vasca. Desenmascararlo sin edulcorar y dárselo a conocer a los jóvenes es un deber que no debería caducar. En cada rueda de prensa, en cada entrevista, tras cada intervención en las cortes deberían repetirse estas frases que justifican a todos los Muñoas, a todos los asesinos. En lugar de eso, hay mucho mimo y mucha palmadita en la espalda a las imposturas. Y, sobre todo, por favor, mientras lo anterior no cambie: no nos vengan con que todos hemos sufrido mucho, escondiendo que las víctimas de ETA tienen un sentido político, para no incomodar a los nacionalistas vascos en su conjunto.
Maite Pagazaurtundúa es europarlamentaria.