El Correo-TONIA ETXARRI
Pedro Sánchez trata de minimizar el desafío independentista para no perder el apoyo de las fuerzas soberanistas
Después de los homenajes a las víctimas de los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils el año pasado, mezclados con los honores brindados a los presos independentistas y salpicados de mensajes desafiantes del representante de la Generalitat, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, guarda silencio. El valido de Puigdemont quiere «atacar al Estado». Pero el Estado, representado entre otros por el Gobierno socialista, cree que no es para tanto. Si esta situación la hubiese vivido Mariano Rajoy, esa falta de reacción para defender las instituciones habría sido objeto de mofa, crítica y desprecio por parte de propios y extraños. Pero al mandatario socialista, con la excepción de la oposición del PP y Ciudadanos, se le da más margen.
Los partidos que le ayudaron a llegar a La Moncloa (nacionalistas y populistas) no están para criticarlo, de momento, sino para observar cómo va aplicando los compromisos suscritos cuando negociaron la moción de censura. Como si se esperara alguna conjunción astral que pudiera provocar el desbloqueo de la situación política en Cataluña. Como si la falta de respuesta gubernamental ayudara a templar los ánimos de quienes siguen buscando un choque con las estructuras del país. Como si se tuviera miedo de provocar más acciones encaminadas a dar otro golpe a la Constitución.
De ahí que la vicepresidenta Carmen Calvo saliera al paso para compensar el silencio de Sánchez quitando importancia a las palabras de Torra. Fue una amenaza en toda regla. Un avance de intenciones. Una convocatoria sin fechas pero una proclama de actitud de rebelión, sin disimulo. Pero para la vicepresidenta se trataba sólo de palabras que se las lleva el viento. «Con una frase no se ataca al Estado», sostenía para reconocer que se trata de actitudes inaceptables, pero que tampoco es para tanto. Total, el actual Gobierno de España ha vuelto a recuperar «la normalidad que se había perdido». Y eso es lo que importa.
Resulta inquietante que el Parlamento catalán permanezca cerrado hasta octubre porque así lo ha decidido la mayoría independentista. Pero como Sánchez ya anunció que no habría más «vías judiciales» contra la Generalitat, su vicepresidenta se limita a manifestar su preocupación. Se trata de minimizar el desafío catalán. Aún a riesgo de equivocarse.
Los promotores del ‘procés’ saben cómo sacar partido a su plan con un Ejecutivo central tan débil. Ya lo hicieron con Rajoy. Les salió mal la jugada porque unos acabaron en prisión provisional y otros, fugados de la Justicia. Pero siguen queriendo retomar la declaración unilateral de la república independiente. Y están ante un Gobierno, el de Sánchez, aún más debilitado que el anterior del PP por su precaria situación parlamentaria. Un Gabinete que no puede dar un paso sin haber tenido el beneplácito de Podemos, el PNV y los independentistas catalanes.
Sánchez quiere que PP y C’s atemperen sus discursos. Que no hagan como hizo él con Rajoy –«No es no»– y que no protesten. A la Generalitat, sin embargo, no se lo exige porque sabe que los gobernantes independentistas no están para ser leales; no tienen sentido de Estado porque ellos quieren ser el Estado. Pero Sánchez debería saber a estas alturas que Quim Torra, al referirse al «diálogo», está pensando en la ruptura con España. No tuvo la delicadeza de separar la agenda del homenaje a los afectados por los atentados yihadistas con el ofrecido a sus amigos encarcelados por posibles delitos contra la Constitución. Porque para él lo importante de los homenajes no era acompañar a las víctimas sino a los políticos ausentes. Los secesionistas están convencidos de que ellos son las víctimas. Esa excusa es el combustible que necesitan para seguir encauzando el ‘procés’ .
Por mucho que los ministros invoquen la «normalidad» en las relaciones con el Govern, Sánchez sabe que estamos muy lejos de la estabilidad en Cataluña. ¿Es normal que se persiga a quienes retiran del espacio público la simbología independentista, por ejemplo? Pero calla, otorga y se recrea en las encuestas, mientras calcula cómo asegurarse el apoyo parlamentario para sacar adelante los Presupuestos. La Generalitat tiene otra agenda: el 11 de setiembre, el 1 de octubre y la movilización ante los juicios del ‘procés’. La oposición no le pide a Sánchez que vuelva a llamar xenófobo a Torra sino que reaccione ante el riesgo de ruptura, aunque tenga que convocar elecciones antes de lo que le gustaría.