ANTONIO RIVERA-EL CORREO

Nunca habrá tanto soberanista en la cámara ni tanto partidario de mandar al carajo la Constitución de este país

Distingamos los resultados de las posibilidades de hacer gobierno con ellos. Han ganado los soberanistas de todo pelo. Los partidarios de encontrar en la seguridad del terruño el sucedáneo de las respuestas que ni se planten. ¡España, Cataluña, Euskadi, Canarias, Cantabria, Galicia o Melilla primero! Si Sánchez pretendía dar una oportunidad a que los partidos que soportan el país se fortalecieran más -empezando singularmente por el suyo-, el resultado no puede ser más contrario.

Ha hecho un pan como unas sagradas formas, aunque siga siendo el único que tiene en la mano la llave de la gobernabilidad. Sube el soberanismo españolista de extrema derecha, aupado por la inanidad de los grandes partidos, el estímulo de la crisis catalana, el efecto ‘tercer posición’ en muchas circunscripciones (sustituyendo ahí a Ciudadanos), la corriente internacional y los lugares comunes y falsedades sobre la inmigración. El arco territorial que va de Huelva hasta Alicante e incluso diversas provincias de las dos Castillas, pero también tres de las cuatro circunscripciones catalanas, ponen a esta formación por delante o a la par de la derecha tradicional.

En sentido contrario, su espejo soberanista ‘periférico’ también engorda, sin duda que por lo mismo mostrado del revés. Nadie se sale de la cuenta y todo vuelve a ser un juego de suma cero y de redistribución del último escaño, pero la piel de leopardo del próximo congreso de los diputados no reporta confianza. Cada Abascal tendrá su Rufián y no habrá ya territorio que se precie que no tenga su portavoz del ¡Qué hay de lo mío! No va a faltar ni Teruel, en postrera justicia después de tanto desatino. Nunca habrá tanto soberanista en la cámara ni tanto partidario de mandar al carajo la Constitución de este país.

En ese escenario, el gran tahúr deberá optar por lo mismo que en abril, pero con más dificultades. Ha subido un poco la suma de la izquierda, pero a costa de diversificarla aún más. En todo caso, le siguen faltando los mismos votos del soberanismo secesionista que antes, ahora disputando entre ellos mismos y menos proclives a concesiones a la gobernabilidad. En el otro lado, sin posibilidad alguna, la derecha tradicional puede rechazar un posible acuerdo entre los dos grandes partidos al sentir el soplo en la nuca de sus extremistas. En nota al pie, aquel partido que pretendió ser de centro ha quedado por fin fulminado por su sumisión a la errática estrategia de su líder. Por si necesitábamos empastar extremos, hemos dinamitado también ese puente. Lo dicho, un pan…