Ignacio Camacho, ABC 20/12/12
Tras ponerse a sí mismo la zancadilla electoral, Mas le ha entregado a su adversario el mando a distancia del poder.
Ni en un casting específico podía haber encontrado Esquerra Republicana mejor candidato que Artur Mas, que no sólo la ha sacado de la irrelevancia electoral en que se había sumergido por sus propios errores sino que ha sido capaz de asumir y darle oficialidad a su programa. Con razón decía el sobrevalorado líder independentista, Oriol Junqueras, que las de noviembre no eran aún sus elecciones; con un colaborador necesario y tan dispuesto como el president puede permitirse esperar a que Convergencia le allane el camino. Para conservar el poder y agarrarse a su fracasado delirio soberanista, Mas va a ponerse a trabajar para ERC concediéndole a quien le ha birlado la ansiada mayoría absoluta el rango simultáneo de oposición y de aliado. Será él quien suba los impuestos, él quien ejecute los recortes y él quien corra el riesgo de inhabilitación si convoca un referéndum ilegal; Junqueras sólo tiene que vigilarle los pasos. Tras ponerse la zancadilla a sí misma, la mayor lumbrera política de la España del siglo XXI le ha entregado a su adversario el mando a distancia del Gobierno.
Con tan fiable socio, el nacionalismo antes conocido como moderado se va a enfrentar además a sus bases sociológicas, abrasando con tributos delegados a la burguesía mercantil e industrial que siempre le ha otorgado tradicional respaldo. Esquerra señala el concepto y Convergencia impone las tasas: a la banca, a las empresas, a las herencias, al patrimonio, a la energía, a los supermercados, al transporte, a los refrescos y a lo que sobre la marcha se les vaya ocurriendo. Un adelanto piloto del modelo que espera a los catalanes si llegase a triunfar el proyecto de secesión.
Poco pueden quejarse, eso sí, los dirigentes empresariales que tan calladitos estaban durante los dos meses de la crecida separatista. Esos banqueros que se rasgaban en privado sus trajes de dos mil euros. Esos bodegueros que rechinaban los dientes temiendo un boicot al cava. Esos editores envueltos en la bandera identitaria. Esos gigantes del textil o de la distribución tan preocupados por el mercado único. Esas familias ricas que pasaron sin chistar por la taquilla paralela del Palau. Esos profesionales de la Diagonal que meneaban la cabeza en silencio ante el presentido dislate. Todos tuvieron oportunidad de pronunciarse a tiempo y casi ninguno se atrevió a alzar la voz contra el régimen. Ahora les toca pagar los gastos de la fiesta o trasladar sus domicilios fiscales. A la denostada Madrid o a la envidiada Pamplona, donde rige el concierto que reclamaban.
Es lo que hay. Su patrocinado Mas le ha traspasado, como Montilla o Maragall, las llaves de la autonomía al partido que le quiere comer la merienda. La de CiU la tiene ya en el cesto; ahora va a por la de sus electores. Las quejas, al libro de reclamaciones, que en democracia todo el mundo acaba teniendo el Gobierno que se merece.
Ignacio Camacho, ABC 20/12/12