LUIS MARTÍNEZ-EL MUNDO

AYER mismo una veterana feminista se quejaba de que Sánchez «ninguneara» en su ronda al histórico Partido Feminista. Luego, Lidia Falcón, autora de la queja, criticaba que en la supuesta consulta del presidente en funciones a lo que denomina «sociedad civil» (o, en liberal, «tercer sector») sólo convocara a grupos en la órbita del propio partido socialista cuya misión, declarada o no, es dar la razón al programa de la investidura fallida. Es decir, la idea no era tanto contrastar idea alguna como masajear el alto lomo del líder in pectore o, como quiera que las distintas asociaciones habían sido convocadas con segundos de antelación y por tanto es injusto leer mala fe en su comparecencia, convertirse en herramientas de una autoadulación cuya misión, obviamente, no es otra que desacreditar al otro: Unidas Podemos. Y así.

El asunto tiene varios frentes de análisis. Y todos, y ya siento ser portador de noticias tan evidentes, acaban por arrojar una imagen bastante chapucera de la estrategia del PSOE en funciones. Por un lado, si entendemos que la sociedad civil es necesaria en un mundo éste cada vez más confuso como portadora que es de demandas más concretas y menos monolíticas (dígase transversales), quizá habría que solicitar a un partido como el socialista un poco más de pudor. O de por favor. ¿Realmente se tiene que hacer el teatro un segundo antes de que se baje le telón? Dada la conexión evidente y declarada de Calvo con el feminismo o de Pedro Duque con la ciencia, ¿no podrían haber hablado antes y más con el jefe? Y lo que vale para las primeras reuniones, sirve para todas.

Luego está el otro asunto, con peor resumen, de que alguien se tome la molestia de aclarar, con cierto rigor y al margen del capricho ideológico, qué es exactamente (no transversalmente) la sociedad civil. Si entendemos que la política es la forma reglada de articular los distintos intereses y preocupaciones de un colectivo, ¿por qué hay que acudir a un régimen paralelo (el civil) para solucionar el lío en el que nos tiene bloqueados Sánchez y su personal sociedad civil llamada Iván Redondo? ¿Significa todo esto que a partir de ahora debemos desviar cada uno de nuestros impuestos a esa sociedad civil (sindicatos, ONGs, fundaciones o, ya puestos, organizaciones empresariales que costean a su vez fundaciones y donan recursos a ONGs) en vez de al Estado? Con esto, cuidado, lejos de mi intención cuestionar la necesidad de la sociedad civil, pero ¿por qué ese empeño del primero de los políticos (ese puesto ocupa Sánchez) en dejar de lado la política de los políticos para reclamar el protagonismo de la otra política que hasta abomina del término «política»? Si se pierden, sospecho que es de lo que se trata.