Ignacio Camacho-ABC
- Cada vez que compite a campo abierto el sanchismo sufre un descalabro. En Andalucía se fragua el próximo batacazo
Como laboratorio electoral, Andalucía se parece más que Madrid al resto de España. El ‘efecto capital’ ha construido en la región madrileña una sociedad próspera y dinámica donde la gente aspira a salir adelante por sus propios medios y donde el espíritu emprendedor se abre paso con mucha pujanza y se refleja en una corriente liberal mayoritaria. En la mentalidad colectiva de la comunidad andaluza, sin embargo, aún pesa mucho el miedo al desamparo, fruto de la memoria del subdesarrollo y sobre todo de un desempleo cronificado y de una economía estacional con alta relevancia del turismo y del campo. Los servicios públicos -sanidad, educación y asistencia social- y los subsidios son un factor de cohesión imprescindible y la Junta es el primer empleador, el primer contratista y el primer empresario.
En el plano político, el PSOE cuenta con fuerte implantación en todo el territorio y la derecha empieza ahora a sacudirse el estigma de un arraigado prejuicio histórico. A diferencia de Madrid, el modelo autonómico goza de máximo apoyo entre una población que lo considera un valor institucional propio.
En este marco, las elecciones van a medir la temperatura del momento con bastante precisión sociológica. Tanto el desgaste de Sánchez como el efecto Feijóo y el empuje de Vox afrontan el contraste de una realidad con muchos rasgos extrapolables a escala española. Si las encuestas no se equivocan -y es difícil que todas lo hagan- el Gobierno se aproxima a su sexta derrota: en las anteriores cinco convocatorias desde 2020 no se ha comido una rosca. Más que un cambio de ciclo, eso es la prueba de que la alianza de investidura es muy débil desde el principio y sólo se sostiene en un continuo tráfico de favores con el separatismo. Cada vez que compite a campo abierto sufre un descalabro, sea en Galicia, en Castilla o en el País Vasco. En Andalucía se fragua el siguiente batacazo, aunque la suerte definitiva del sanchismo no se acabará perfilando hasta las municipales del próximo año. Y por acostumbrado que esté a resistir en el burladero de sus pactos, al presidente se le haría dura la digestión de un probable fracaso en el escenario donde su partido está mejor estructurado.
En la otra acera se dirime el estado real de la correlación de fuerzas, en la que el factor Ayuso introdujo una percepción distorsionante por sus aparentes características singulares. Juanma Moreno y Feijóo comparten estilo y talante, y Olona es una candidata de claros rasgos nacionales. Esa competencia arrojará una idea bastante aproximada de los porcentajes de voto que ambas formaciones se van a repartir en las generales. Y en consecuencia, también de las posibilidades de gobernar en solitario que aún acarician los populares. La paradoja es que la coalición interesa a Sánchez más que a nadie. Al menos hasta que compruebe que juntos también lo pueden poner en la calle.