Jon Juaristi-ABC

  • No hay que hacer grandes esfuerzos para recordar quién ha sido el último dirigente mundial que ha alardeado de proteger a su pueblo

El mantra sanchista de la semana reza así: «Este Gobierno protege a España». Con sus variantes («Los españoles/las españolas se sienten protegidos/protegidas por este Gobierno», «este Gobierno protege a todos y todas», etcétera). Dicho por cualquiera de las ministras más locuaces, que se han apresurado a estrenar la ocurrencia, no inspira demasiada confianza. No me imagino a Nadia Calviño -y menos a Carolina Darias- protegiendo a nadie, la verdad. Ni a un tamagotchi. Pero es que, además, lo de la protección, en política, huele siempre muy mal.

No hay que estrujarse los sesos para recordar quién ha sido el último dirigente mundial en alardear de que protege a su pueblo. Se trata, obviamente, de Putin, que lo ha hecho para justificar la invasión de Ucrania.

Matar civiles ucranianos es, según el vampiro del Kremlin, la forma de proteger a su Rusia de una inminente agresión de la OTAN. Los que van de protectores sin que nadie se lo pida suelen ser matones de la peor especie.

Al Estado corresponde la función primordial de proteger las vidas de los a él sometidos, trátese de súbditos o ciudadanos. Tal función es lo único que hace necesaria la existencia de algo tan desagradable como el Estado, pero su desempeño corresponde a este, al Estado y a sus aparatos, no a los gobiernos. Uno podría legítima (aunque no ciegamente) esperar que lo defiendan y protejan las Fuerzas Armadas, o incluso la sanidad pública de su país en tiempos de pandemia, pero, ¿quién confiaría su vida a Grande-Marlaska o a Robles? ¿O a Darias y a sus expertos? El hecho de ser gobernado no implica volverse estúpido.

Por lo general, quienes se han arrogado el papel personal de protectores de pueblos han sido tiranos sangrientos que han pretendido identificarse por completo con el Estado, desde Julio César al ‘padrecito’ Stalin pasando por Oliver Cromwell, Lord Protector, recuérdese, de Inglaterra y asesino de masas en la católica Irlanda (un precursor de Adolf Hitler y de Vladímir Putin). Supongo que las ministras y ministros de Pedro Sánchez no han pensado en tales modelos al definirse en estos días como protectoras/protectores. Ni siquiera en Alfonso Capone, Frank Nitti o Vito Genovese, que comenzaron sus respectivas carreras criminales en el negocio de la ‘protección’ de los autónomos. No. Lo más probable es que se hayan visto bajo una forma benigna con perspectiva de género. Como una especie de gobierno-compresa para proteger, por ejemplo, a las currantes que sufren de menstruación dolorosa. La ilusión no se la discuto, incluso lo de la vocación de compresa me parecería loable en su caso. Pero la elección del verbo ha sido pésima.