Quim Torra, posa con el asesino de Bultó y el fundador de Terra Lliure.

El proyecto de Ley de Amnistía incorporó ayer un par de enmiendas claves acordadas por Junts y ERC con el PSOE que extienden generosamente la idea del olvido para la docena de golpistas que podrían haber sido afectados por la Justicia de resultas de su responsabilidad en los actos de  Tsunami Democràtic y los Comités de Defensa de la República. ¿De la qué? Así es el  independentismo catalán, pura entelequia cabalgando a lomos del delito. “Yo defiendo la República”, dijo orgullosamente un  agente rural a un mosso d’Esquadra, en una manifestación contra un consejo de Ministros celebrado en Barcelona, provocando la respuesta más racional y democrática que haya dado nunca a los golpistas la Policía autonómica de Cataluña: “Qué República ni qué cojones. La República no existe, idiota”.

Las dos enmiendas recogen las principales aspiraciones de Junts y ERC respecto al alcance y los beneficiarios de la gracia y apuntan a la eliminación de los tobillos presidenciales como lugar en el que generalmente viene a señalarse el tope en la caída de los pantalones, esa metáfora de la pérdida de la dignidad. Con ellas se elimina la discriminación que excluía de la amnistía a los golpistas con condena firme y se eliminan las medidas cautelares de búsqueda y captura de los delincuentes por órdenes nacionales e internacionales, por lo que Puigdemont y Rovira, por citar dos casos verán cómo se hacen humo los grilletes metafóricos que tenían en el exilio. Hay una barrera en los delitos que se hayan cometido “con intención directa, causando graves violaciones de los derechos humanos”. Que fue sin querer, vamos.

El camino cadera abajo de los pantalones de Sánchez ha sido un camino de perfección desde que el mes antes de ocupar la Moncloa dijese: “clarísimamente ha habido un delito de rebelión en Cataluña”. “Eso no lo dijo nunca el presidente del Gobierno”, dijo con desparpajo Carmen Calvo. Lo dijo Pedro Sánchez. Primero cayó la rebelión. Después se eliminó la sedición que fue sustituida en el Código Penal por ‘desórdenes públicos agravados’ y para completar el viaje se reformó el delito de malversación sin ánimo de lucro.  Recuerde el lector que esta cuadrilla siempre ha justificado sus latrocinios con la eximente del altruismo: fue por la causa, por el partido, no se ha llevado ni un solo euro a casa, decían de los responsables del mayor robo perpetrado contra las arcas públicas, pongamos que hablo de los ERE, sin reparar en que lo de estos chorizos patrióticos era más grave porque corrompían todo el sistema. Los ladrones somos gente honrada.

La nueva redacción parece dejar fuera de la amnistía a los asesinos de ETA, pero ya se ocupará Arnaldo Otegi de que acoja también a los suyos. Ya ha empezado a decir que ellos no querían, que fue el Gobierno. Lo de Hipercor fue culpa de la Policía que no hizo caso de la llamada. Pedro Sánchez ya está blanqueando a ETA comparándola con los manifestantes de Ferraz y el golpismo catalán tiene querencia por el terrorismo que se practicaba adrede. Recuerden a Carles Sastre, el asesino de Bultó o el hecho de que Puigdemont tenga como abogado a Gonzalo Boye, el secuestrador de Emiliano Revilla y que el fundador de Terra Lliure, Fredi Bentanachs, sea concejal de Junts en el pueblo ilerdense de Sanaüja desde mayo. Son así, pero reivindicarán más. Y también dos huevos duros, como los hermanos Marx para hacer del terrorismo un mérito. Y Sánchez tragará, ya lo verán.