ABC 30/01/16
IGNACIO CAMACHO
· Ya no tiene sentido que Sánchez siga repitiendo que «es el tiempo de Rajoy» para despejarse el suyo. Le toca retratarse
LE toca a él. Ya no tiene sentido que Pedro Sánchez siga repitiendo que «es el tiempo de Rajoy» para despejarse el suyo. Su ambición de ser presidente a toda costa resulta tan obvia que le obliga a retratarse intentándolo. No es el tiempo de Rajoy porque él no ha permitido que lo sea y esa obstinada negativa ha precipitado los acontecimientos. Ha boicoteado su propia estrategia y llega al Comité Federal emplazado a negociar su candidatura con el partido. Es él quien tiene ahora que definir las condiciones y los plazos; el presidente no ha renunciado a la investidura, sino a un linchamiento.
El líder socialista tiene La Moncloa en la cabeza desde finales de mayo, cuando pactó con la extrema izquierda en autonomías y ayuntamientos. De ahí su frase de la noche electoral sobre el «resultado histórico», que tanto estupor causó a quienes sólo veían en sus cifras un descalabro. No contó los diputados que había sacado él, sino los que separaban al PP de la mayoría absoluta. Desde entonces no se ha movido de la idea de ser, como aquel visir Iznogud del cómic de Goscinny, califa en lugar del califa. Para eso está resuelto a aliarse con quien sea necesario en la compleja amalgama de un frente más que popular, populista. Dispuesto no sólo a gobernar con Podemos, sino a presidir un Gobierno de Podemos.
Pues bien: si quiere intentarlo, que lo intente. Es un proyecto pernicioso para el país y para el PSOE, pero no parece importarle. Está decidido. Lo que no puede hacer es seguir parapetado detrás de un falso protocolo parlamentario que supuestamente exigiría que Rajoy se someta a una humillación política. Tiene que dar un paso al frente ante el Rey sin legitimar sus intenciones en un endeble artificio que no engaña a nadie y que sólo sirve para retrasar el calendario. Patxi López le dará facilidades y tiempo; no necesita ninguna pantomima y para hacerle un juicio al marianismo dispone de toda la legislatura. Si quiere el poder a cualquier precio debe empezar a negociar la factura ya mismo. En el caso de que no haya comenzado a hacerlo de forma subrepticia.
Lo que hoy va a medir Sánchez es la capacidad de resistencia del partido, la fuerza real de los disidentes. No es probable que sea suficiente para revocar su plan porque en cualquier organización el liderazgo cuenta de entrada con una notable potencia de arrastre. Jugará para aplacar a los críticos con la negociación con Ciudadanos, aritméticamente endeble sin la colaboración pasiva de un PP al que ha estigmatizado. Y dejará entrever ante los más contumaces la posibilidad de someter a la votación de la militancia el posible acuerdo con los radicales. Los coroneles le van a hacer sufrir, pero será difícil que se amotinen. En realidad la última palabra de su empecinado proyecto está fuera del PSOE y la tiene Pablo Iglesias: es el que puede elegir si le hace más daño dejándolo caer o abrazándolo.