Mikel Buesa-La Razón
- Los alaveses, vizcaínos y guipuzcoanos no fueron nunca distintos en justicia de los demás españoles, quiéralo o no Urkullu
Al lehendakari Urkullu los tópicos nacionalistas le rezuman por todos los poros del cuerpo. Es lo malo de haber dedicado demasiado tiempo a tocar el txistu en detrimento del cultivo del pensamiento dentro y fuera del seminario de Derio. Y, claro está, ha acabado confundiendo el Tour de Francia con la Itzulia Basque Country. Tal vez por eso, ayudado por las incombustibles fuerzas del nacionalismo radical, quiso llenar de ikurriñas las tres primeras etapas de la competición francesa, como si eso pudiera confundir a los aficionados y llevarles al imaginario Basque Country del estado plurinacional de España. Toda una ensoñación que, sin duda, emana de su ansia de aparentar que la más importante prueba ciclista del mundo sea un Tour de Euskadi que pase por allende de los Pirineos y termine en los Campos Elíseos de París justo el día en el que él podrá cantar su victoria en las urnas que ha convocado su socio Pedro Sánchez.
El caso es que alguien la ha afeado a Urkullu que no hubiera invitado a tan magno acontecimiento a Don Felipe VI, motivo por el cual el lehendakari se ha justificado diciendo que el Rey de España todavía no ha ido a Guernica para rendirle pleitesía y reconocer en su presencia la singularidad vasca; o sea, los Fueros. Como si Guernica, con su roble decadente, fuera el lugar en el que, además de las de Vizcaya, se hubieran reunido tradicionalmente las Juntas Generales de Álava y las de Guipúzcoa. Y como si los fueros vascos no hubieran sido abolidos en 1876 por las Cortes durante el mandato de Cánovas del Castillo.
Pero lo más relevante no son esos desconocimientos, sino que detrás de ellos está la ignorancia de que, como destacó Joaquín Nebreda en su «Historia traicionada», en los añorados fueros no hubo «traza alguna de soberanía propia que limitara la de los reinos [de España]»; ni tampoco fueron expresión de unos «derechos históricos surgidos de la noche de los tiempos ni de una singularidad tal que patentice un hecho diferencial que por sí mismo genere derechos imperecederos». Los alaveses, vizcaínos y guipuzcoanos no fueron nunca distintos en justicia de los demás españoles, quiéralo o no Urkullu. Y ahora, tampoco.