El triple juego del PNV

EL CORREO 30/03/14
ALBERTO AYALA

· Los jeltzales alimentan su pacto con el PSE, pero evitan romper amarras con el PP y con la izquierda abertzale

El PNV siempre ha sido la fuerza política más votada en las elecciones al Parlamento vasco, aunque jamás ha conseguido –ni siquiera se ha aproximado– a la mayoría absoluta. Ello no le ha impedido gobernar Euskadi de forma ininterrumpida desde 1980, apenas con el paréntesis del socialista Patxi López en la anterior legislatura.

Los primeros años de autonomía, los jeltzales llevaron las riendas del país en solitario. Desde la escisión de 1986, en coalición con buena parte del arco parlamentario vasco. Primero con los socialistas, luego con partidos pequeños y medianos, incluida su escisión, encantados todos ellos de tocar así poder. Los peneuvistas sólo han evitado como aliados a dos formaciones: la izquierda abertzale y el PP.

Esta legislatura las cosas no han seguido por el mismo cauce. Y ello pese a que el PNV logró en las urnas su quinto mejor resultado en las diez citas electorales celebradas, con 27 de los 75 escaños que conforman la Cámara de Vitoria.

Cambio de planes
Todo estaba discretamente preparado para que los jeltzales se apoyaran en el PP, por primera vez y sin que los populares entraran a formar parte del gabinete. Pero el recuento de las papeletas dio al traste con la fórmula: jeltzales y conservadores se quedaron a un escaño de la mayoría absoluta conjunta.

Descartada esta opción y la entente con la izquierda abertzale, tanto por sus principios programáticos como por su todavía limitado pedigrí democrático, el EBB tuvo que volver los ojos hacia un PSE en horas bajas y con la menor cuota de poder de su historia. Quince años de enfrentamiento frontal y la descarnada oposición que el PNV practicó al Gobierno López no parecían poner precisamente fácil el acercamiento, al menos de entrada. Al final a los socialistas les pudo más la necesidad que la memoria y el pacto se formalizaba en septiembre pasado.

A cambio de tragarse algún que otro sapo –el más llamativo, posiblemente, la subida de impuestos que preconizó el PSE durante todo su mandato para evitar profundos recortes sociales– los jeltzales lograban estabilidad parlamentaria para el Gabinete Urkullu. El PSE, por su parte, además de imponer varias propuestas programáticas –algunas, de momento, solo en teoría– se garantizaba algo políticamente relevante: ser el primero con el que el PNV hablará de pactos tras las municipales y forales del próximo año.

Medio año después de la solemne rúbrica del compromiso por parte de Urkullu, Ortuzar y López, ambas partes dan muestras de estar satisfechos con el paso dado. El PNV ha olvidado los sofocos parlamentarios del arranque de la legislatura y vuelve a ser quien reparte juego como si dispusiera de mayoría absoluta. Los socialistas ven reconfortada su travesía del desierto y aguardan que próximas citas electorales les deparen un futuro mejor.

El pacto no ha impedido a ninguno de sus firmantes ni polemizar ni protagonizar diferentes enfrentamientos. Ninguno de los dos pretendió jamás otra cosa. Bien al contrario, PNV y PSE tratan de actuar la mayor parte del tiempo como si el suyo fuera un acuerdo menor lo que les permite remarcar sus propios perfiles ante sus respectivas parroquias.

Cesiones
Eso sí, los socialistas se han cuidado de bajar discretamente el tono en algunos asuntos digamos que desagradables para el PNV. Entre otros, la investigación judicial por corrupción contra buena parte de la anterior cúpula jeltzale en Álava –cuya vista oral salpicará muy probablemente los comicios del próximo año– y asuntos que denotan una gestión dudosa o al menos escasamente responsable en el uso de los recursos públicos como pueden ser el caso Epsilon o el fallido coche eléctrico Hiriko.

A cambio, el EBB ha seguido alimentando con argumentos tangibles su alianza con el PSE. Esta misma semana se han visto dos claros ejemplos de ello. El Gobierno Urkullu se ha tragado su rotundo rechazo al proyecto socialista de dotar de Metro a Donostia y lo ha incorporado a sus planes. Tendrá 4,15 kilómetros, tres paradas y costará la muy respetable suma de 165 millones de euros (casi 27.500 millones de pesetas). Además, los jeltzales han quitado un asiento al PP en el consejo de administración de Kutxabank para dárselo a un socialista, el consejero Carlos Aguirre.

Pero pese a la evidente sintonía PNV-PSE, el partido de Ortuzar ha tenido un exquisito cuidado en no romper amarras ni con el PP, ni con la izquierda abertzale. Con los primeros, porque con el Gobierno Rajoy hay mucho que negociar en asuntos económico-bancarios y de autogobierno, aunque se niegue a mover ficha en el capítulo ETA.

Con EH Bildu los jeltzales han ido de la mano en una manifestación por los presos en Bilbao. Han rubricado resoluciones parlamentarias a favor de que se introduzcan cambios en la política penitenciaria. Y han hecho posible por dos veces que Garitano tenga presupuestos en Gipuzkoa. Todo con tal de reforzar su perfil más abertzale y evitar que la coalición juegue al victimismo.

El PNV se siente cómodo con este triple juego. ¿Hasta cuándo podrá mantenerlo? Sabin Etxea confía en estirar el modelo al menos hasta bien entrado el próximo año. El desenlace del debate sobre el nuevo estatus, que sin duda subirá de tono a partir de la campaña para los comicios locales de mayo, puede forzar el viraje.